Presentación de la Bienaventurada Virgen María

Lectura del santo evangelio según san Lc (17, 20-25)

Al acercarse y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: «¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

 

 

 

 

 

 

 

Comentario

Lo que conduce a la paz

Jesús llora sobre Jerusalén, la ciudad santa para los judíos porque era allí donde Dios tenía su morada en el templo de Salomón. Y profetiza desgracias sin número, un combate despiadado en el que no quedará nada en pie. Desde Pentecostés, nosotros mismos somos templos del Espíritu Santo y, por lo tanto, santos porque Dios tiene en el alma de cada uno su morada. Por lo tanto, para el cristiano, la profecía pasa a ser el anuncio de su propio combate interior, la lucha denodada rodeado de trincheras. Y la apelación a la paz, por la que llora, pasa a ser también una advertencia para abrir los ojos y reconocer lo que conduce a la paz. Jesús se lamenta de que ese camino está escondido a nuestros ojos y se hace preciso abrirlos para reconocer hoy, sin más dilación, lo que apacigua el corazón y cesa la lucha interior. Jesús viene a traer la paz, pero se hace necesario reconocerlo cada uno en su interior.

 

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