Gumersindo Melo es Sacerdote diocesano, director de la Casa Sacerdotal Santa Clara y director de la Pastoral del Sordo
Antes de empezar nuestra entrevista, Gumersindo asegura que le pone muy nervioso hablar en público. Sin embargo, su conversación es muy enriquecedora y deja entre ver en esa timidez un alto grado de sincera humildad.
Este ginense reconoce que los pilares de su fe fueron la hermandad sacramental de su pueblo y su parroquia, donde participaba activamente desde su juventud. “Aunque sentía entonces que el Señor me llamaba al sacerdocio, no quería aceptarlo”, así que estudió y ejerció como trabajador social. “Iba llenando mis días de planes y proyectos, pero nada me satisfacía plenamente –recuerda-. Y me di cuenta que los momentos más felices tenían lugar en la parroquia, en las catequesis, acompañando enfermos…”.
Este discernimiento se aceleró tras la muerte de su padre. “Antes de morir pidió confesarse y, como era sordo, avisamos al entonces director de esta Pastoral. En ese momento entendí lo que yo podría aportar a la Iglesia, vi claro cómo podía servir a otros”.
Con más de 30 años, Gumersindo Melo ingresó en el Seminario para cumplir esa vocación y, aunque confiesa que supuso “un esfuerzo grande adaptarse a la disciplina y el estudio”, también está convencido de que “Dios siempre va por delante y te prepara para lo que venga”.
Describe emocionado su ordenación sacerdotal, hace seis años, como “lo mejor que me podía pasar”. Desde entonces ha tenido tres destinos pastorales. El primero como coadjutor en La Puebla del Río; más tarde como párroco en Villanueva del Río y Minas “donde vi la mano de Dios más que en ningún otro sitio”.
Finalmente, desde hace casi dos años es director de la Casa Sacerdotal Santa Clara y director de la Pastoral del Sordo. De su primera responsabilidad destaca que “todos los sacerdotes residentes son muy buenos y aprendo mucho de ellos. Cada uno aporta y enriquece el ministerio desde su experiencia”. En cuanto a su labor en la Pastoral del Sordo la define como “su vocación” y explica que atiende a personas sordas, sordociegas y ciegas. “Se les acompaña, celebramos la Eucaristía y se aplican los sacramentos”.
Gumersindo se despide reivindicando una cultura de integración de la persona con capacidades diferentes, “porque Dios habla a cada uno en su idioma, sin distinción de lengua, cultura o raza. Y Dios también habla lenguaje de signos”.