Lectura del santo evangelio según Mc (6, 7-13)
Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Comentario
Los fue enviando de dos en dos
Por qué de dos en dos. Por qué no de uno en uno, para que llegaran -como mínimo- al doble de sitios en la mitad de tiempo. O por qué no en grupo, cuatro o cinco enviados para que no le quedaran dudas a quien los recibiera de la importancia de lo que le iban a predicar. Por qué en parejas. La respuesta es la comunión. Indispensable en todo apostolado. Jesús quiere que sus discípulos misioneros reproduzcan el amor que el Padre y el Hijo, con la fuerza del Espíritu, se tienen y actúen a semejanza de esa comunión trinitaria celestial en su predicación terrena. Muchas veces, los esfuerzos que hacemos por extender nuestra fe quedan abocados al fracaso precisamente porque no tenemos en cuenta la comunión y nos atrevemos a pensar que podemos solos. Necesitamos al hermano que nos haga de contrapunto, que nos haga ver su punto de vista y nos corrija nuestras percepciones, también para que nos transmita su aliento por el camino cuando sintamos desfallecer nuestras fuerzas. Necesitamos al otro, al prójimo para todo, también para predicar la Buena Nueva, esa es la gran enseñanza. Por eso los envía Jesús de dos en dos.