Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,23-28):
Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas.
Los fariseos le dijeron: «Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»
Él les respondió: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.»
Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.»
Comentario
Señor del sábado
Ni te cuento los malabares que tengo que hacer con mi tiempo para preparar estos comentarios del Evangelio del día. Miro la agenda cada jornada y casi me da un patatús. Supongo que a ti te pasará lo mismo. Cuadrar una fecha para el retiro de la parroquia en febrero parece obra de titanes, misión de audaces. Creemos que dominamos el tiempo porque lo tenemos estabulado, compartimentado, ajustado, comprimido… un tiempo para cada cosa, cada cosa a su tiempo. Pero no va de eso el pasaje de Marcos. Va de superar esa artificiosa convención que es el tiempo, va de negarse a considerarlo oro, va de romper cadenas. En mi pequeño mundo de horarios dislocados, lo más subversivo que he hecho en lo que llevamos de año fue pararme anoche a rezar Vísperas hincado de hinojos ante el Santísimo en el oratorio una vez concluida la proclamación. Ahí, mira por dónde, sentí que ese ratito se había hecho para mí y no yo para el resto de la jornada, azacaneado de acá para allá.