Lectura del santo evangelio según San Mateo (6, 1-6. 16-18)
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Comentario
Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará
Esta lectura del Evangelio se ofrece también el Miércoles de Ceniza para subrayar la triple exigencia que impone la Cuaresma: limosna, ayuno y oración. Aquí, en tiempo ordinario, el Leccionario nos la presenta como un recordatorio, como esos carteles que en la autopista nos confirman que rodamos en la dirección correcta, camino de nuestro destino. Limosna, ayuno y oración tienen que estar presentes siempre en la vida del cristiano, no sólo en los tiempos fuertes en los que se nos invita a redoblar su práctica. Y no por ninguna razón que tenga que ver con los demás, con los que observan desde fuera, sino con el corazón de cada uno, la conciencia personal y la relación íntima con Dios. Las terribles secuelas de la crisis económica que ha suscitado la pandemia del coronavirus es ocasión propicia para poner por obra la limosna (socorriendo a los más desfavorecidos), el ayuno (teniendo presente a las víctimas, los contagiados y sus familias) y la oración (rogando a Dios por el alma de los difuntos y el consuelo de sus familias).