Una nueva encíclica para todos
El día 3 de octubre, el Papa Francisco firmará una nueva encíclica que ha llamado Hermanos todos en alusión al santo de Asís. Precisamente en su basílica es donde tendrá lugar este acto y al día siguiente se hará pública para todos. En ella el Papa piensa sobres las grandes preguntas que ha suscitado la situación social que ha generado esta pandemia y tratará de darles respuesta con una reflexión sobre la fraternidad y la amistad social. Entre tanto, ha quedido prepararnos para su recepción mediante las catequesis de las Audiencias Generales y de las que vamos a realizar un resumen con sus puntos más importantes.
Ha partido Francisco animando al mundo a hacer frente a la crisis con un espírituo creativo y renovado para llevar a cabo la obra de Jesús, «su obra de curación y de salvación». Por este motivo ha recogido los males que la pandemia ha sacado a la luz: la visión individualista de la persona, la difícil situación de los pobres y la desigualdad, la pérdida de la esperanza, la interdependencia excesiva, el nacimiento de intereses partidistas y la falta de cuidado de “la casa común”.
Los grandes problemas del mundo
Una vez que las ha expuesto, también nos ha dado algunas claves para hacerles frente. Así, frente a la visión individualista del hombre, propone la vuelta a mirarnos como creados iguales a Dios y a vivir en armonía. Y esta armonía implica el servicio que lleva a reconocer la dignidad humana, a mirar al hermano como un don de Dios. Sólo así el hombre se esforzará por desarrollar aun más su creatividad y a salir renovados de la crisis.
Por otra parte, para afrontar la desigualdad social, propone la opción preferente por los más pobres a través de la fe, la esperanza y el amor y el caminar todos juntos hacia una economía de desarrollo integral y no de asistencialismo.
También hay claves para los que están en riesgo de perder la esperanza debido al crecimiento económico injusto que ha producido daños a la casa común. Las propiedades, el dinero, deben ser medios para servir a la misión de evitar la degradación de nuestro planeta y la esperanza cristiana es la que debe sostener la voluntad de todos de compartir como discípulos de Cristo, que ha compartido todo con nosotros.
Esta crisis ha hecho aflorar aun más nuestra interdependencia. Vivimos en una aldea global en la que todo lo que hacemos influye en los demás. Sin embargo, no puede tornarse en dependencia mutua y absoluta. Debe entenderse la interdependencia con una perspectiva solidaria que sane las estructuras y procesos sociales que han degenerado en sistemas de injusticia.
El surgimiento de intereses partidistas que fomentan el odio y la separación debe conjugarse con una “civilización del amor” como pedían Pablo VI y Juan Pablo II. Debemos recuperar el amor hacia el que es diferente a nosotros, incluso al que nos cueste trabajo amar. Un amor sin barreras, sin distinciones generará estructuras sociales dirigidas a compartir y no a competir. Y la politica debe inspirarse en este amor y poner en el centro a la persona, el amor social. Esto supondrá que todos participemos y pongamos de nuestra parte sin dejar a nadie fuera.
Continúa diciendo que debemos cuidarnos a nosotros mismos y mutuamente, y cuidar nuestra casa común. ¿Cómo? A través de la contemplación. Solo reconociendo la belleza de la creación, seremos conscientes de que somos custodios de la tierra recibida y que debemos entregarlo a las futuras generaciones para su disfrute.
Finalmente, nos exhorta a asumir nuestra responsabilidad individual. Es el llamado principio de subsidiaridad según el que tanto el Estado asume el cuidado de la persona, como la persona, a través de los grupos sociales, asume el cuidado del Estado. Esta colaboración recíproca permite que cada uno asumamos el propio rol para el cuidado de la sociedad. O lo que es lo mismo, o vamos juntos, o no funcionarán las salidas propuestas a la crisis.
Todos juntos para salir de la crisis
Con estas breves pinceladas quedamos a la espera de la publicación de la Hermanos Todos que desarrollará aun más estos puntos y que nos permitirá asumir con mayor esperanza la misión común a la que todos, hermanos y hermanas, somos llamados.
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