Una película encantadora
La vida nos ofrece muchas segundas oportunidades. La frase suena a tópica, pero es una realidad que comprobamos a diario, en cuestiones importantes o en pequeños avatares. En el cine es un asunto recurrente, porque el séptimo arte nutre sus argumentos de todos los anhelos humanos. Y no cabe duda de que el deseo de recuperar algo que se ha perdido, de desandar lo andado, de empezar de nuevo, de redimirse…, es una de las más nobles aspiraciones del ser humano.
Lo que “El artista anónimo” plantea al espectador supone una sutil variación sobre este tema de las segundas oportunidades. Porque no se trata ya de aprovechar una coyuntura favorable para obtener un beneficio propio largamente ansiado, sino de darnos cuenta de que muchas veces esa nueva oportunidad se nos ofrece para beneficio de los demás. Esta idea fue la que atrajo a Klaus Härö, multipremiado director finlandés nominado al Globo de Oro, cuando leyó el guion escrito por Anna Heinämaa.
La historia articula muy bien dos planos narrativos, confluyentes en la persona de Olavi Launio (Heikki Nousiainen), un veterano comerciante de arte. Olavi siempre ha antepuesto los negocios y su interés por el arte a todo lo demás, incluso a su familia. No puede imaginarse la vida sin su trabajo. Un día descubre un cuadro antiguo arrinconado en una casa de subastas, de autor desconocido y sin firma. Su larga experiencia le dice que puede tratarse de una pintura especialmente valiosa: es su oportunidad de hacer un último gran negocio.
Casi al mismo tiempo, Olavi recibe la visita de su hija Lea (Pirjo Lonka), a quien no ve desde hace años, que le pide que se haga cargo durante unos días de su hijo adolescente Otto (Amos Brotherus). Abuelo y nieto se embarcarán en una aventura investigadora sobre la autoría de la obra. Un proceso que obligará Olavi a afrontar sus errores del pasado y a sortear las reticencias de la poderosa casa de subastas.
El filme es un prodigio de sensibilidad sin caer en la sensiblería. Härö ha optado por una puesta en escena clásica y elegante, que acompaña con una delicada banda sonora en la que reconocemos temas de Vivaldi, Rachmaninov, Händel o Mozart. Los tres actores principales están fantásticos y el conjunto desprende sinceridad por todos los poros.
Verdaderamente, “El artista anónimo” responde con propiedad a la calificación de ‘cine con valores’. Además, de forma muy inteligente, Härö logra que la figura de Cristo esté subliminalmente presente durante todo el metraje. Para descubrirlo hay que ver esta cinta, que se estrena en cines el próximo 23 de octubre de la mano de European Dreams Factory.
Juan Jesús de Cózar