Viernes de la 3ª semana de Adviento (B)

Lectura del santo evangelio según Mateo (1, 18-24)

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apena había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Comentario

Hizo lo que le había mandado el ángel del Señor
El Evangelio nos presenta hoy el anuncio del ángel a San José, patriarca bendito, descendiente de David, que es padre putativo de Jesús. Hemos entrado en el año jubilar de San José, proclamado por el Papa Francisco hace apenas unos días a través de la carta apostólica «Patris corde». En ella, resalta algunas de las virtudes que podemos leer en la perícopa que nos propone la Iglesia para este día de la Esperanza: la acogida del misterio que supone la irrupción del ángel del Señor con su orden expresa y la supeditación de su propia voluntad a la del Padre. José se adentra en el misterio sin comprenderlo, pero confía. Es un hombre justo que ha quedado descolocado con la intervención divina en su entorno más cercano, pero no por ella se rebela ni se angustia, sino que toma impulso del Espíritu. San José es un modelo de alguien que no tiene miedo aunque se interne en un camino cuyo final es incapaz de atisbar. Exactamente como tú, cuando dudas en dejarte llevar. A través del Evangelio del día, es el Espíritu Santo el que te habla: «¡No tengáis miedo!».

 

 

 

 

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