Lunes de la 7ª semana de Pascua (B)

Lectura del santo Evangelio según Juan (16, 29-33)

Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios». Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Comentario

No estoy solo, porque está conmigo el Padre

Los discípulos están felices de entender lo que Jesús les dice. Ilusos ellos. Lo que Jesús les replica los desconcertaría aun más. Porque los está introduciendo en el misterio de la soledad. Ese territorio ignoto por lo general, donde sólo se encuentra el alma con su Creador. Gracias a la mística -que en España alcanzó cimas universales en la literatura y la espiritualidad a lo largo del siglo XVII- podemos acercarnos a ese insondable que es verse sustentado por el Padre a imitación de Cristo. Muchas veces a lo largo de la vida, nos encontraremos de frente con esa soledad, unas veces deseada y otras, sobrevenida. No importa si la llena Dios. Jesús invita a sus discípulos a degustar esa relación íntima y fecunda con el Padre para que nunca más nos sintamos solos.

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