Lunes de la 10ª semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según Mateo (5, 1-12)

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.  Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.  Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.  Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Comentario

Bienaventurados
El sermón de la montaña ocupa un sitio de honor en el Evangelio de Mateo, que es el que hoy se proclama. Casi al inicio de la predicación, como una declaración programática del anuncio del Reino que Jesús va a dejar en su deambular por Palestina. En cierto sentido, así es todavía hoy, veinte siglos después, porque puede considerarse -y de hecho, se hace a menudo- como un programa de vida del cristiano, como un catálogo para alcanzar la felicidad, que eso es lo que significa ese «bienaventurados» que se repite al inicio de cada frase. Pero bienaventurados es también sinónimo de discípulo. Esto es, Jesús está señalando el camino a sus seguidores para encontrar la felicidad que el mundo niega. La pobreza, la mansedumbre, el llanto, las privaciones, la misericordia, la limpieza de corazón, los esfuerzos por pacificar y la concordia, la inocencia sin pruebas, la vejación a causa de las creencias no pintan mucho en nuestra sociedad. Antes al contrario, a menudo son despreciadas como debilidades. Pero Jesús las está poniendo por delante de sus antónimos: la riqueza, la saciedad, la combatividad, la risa, la implacable dureza de corazón, la impureza de intenciones, la belicosidad, la delación, la seguridad de estar en el lado bueno de la historia… Y no dice sobrellevadlas, resignaos, aguantad el chaparrón. No; dice alegraos y regocijaos, estad felices, tened ánimo porque se os recompensará a su debido tiempo. A menudo, las personas de fe expresan su bienaventuranza en medio de las tribulaciones, algunas muy difíciles de sobrellevar, con la certeza de ser unos privilegiados. No por nada, sino por haberse dado cuenta de que el amor de Dios salva de todo.

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