Martes de la 12ª semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según Mateo (7, 6. 12-14)

No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.

Así, pues, todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas.

Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.

Comentario

Entrad por la puerta estrecha
La vida está llena de elecciones. Podría pasar por un eslogan publicitario para encomiar la compra de un automóvil de último modelo o un teléfono de última generación. Elegimos lo que compramos, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que hacemos y con quién, dónde, cuándo y cómo. Ante nosotros, como ante Abrán y Lot en la primera lectura, se abre un vastísimo campo sin vallar que podemos recorrer a derecha o a izquierda. Todo -o casi todo- está a nuestro alcance. La única condición que nos pone el mundo para disponer de lo que deseemos, cuando lo queramos y donde nos plazca es un intercambio: dinero por satisfacer el capricho. Todo se paga, dice el refrán. Pero resulta que la elección más decisiva de nuestra existencia terrenal, del paso por esta vida, es gratuita. No conlleva ningún intercambio porque nuestra moneda no cotiza y nuestro pago sería ridículo para quien todo lo tiene. Así que Jesús nos anima a elegir la puerta estrecha, que es tanto como decir el sendero del bien, el camino de perfección primero angosto y escarpado, que no podemos recorrer sin ayuda por muy entrenados que estemos: para eso necesitamos de la oración como la cantimplora y del pan de la eucaristía como esas barritas energéticas que evitan el desfallecimiento por el esfuerzo. Esa puerta estrecha no es otra que el propio Jesús. Hay que pasar a través de él para llegar a Dios, no hay otro atajo ni otro sendero que conduzca al Padre más que esa puerta estrecha que tanto cuesta franquear. Un camino exigente, sí, pero gratificante.

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