Continuamos el recorrido por las distintas novedades que se presentan en la Liturgia de la Misa, y que se incluyen en la nueva edición del Misal en lengua española, que entró en vigor la pasada Cuaresma.
Se puede recurrir al Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 1322-1327) para comprobar que la Eucaristía culmina la Iniciación Cristiana.
“Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor” explica Luis Rueda, delegado diocesano de Liturgia.
Pero la Eucaristía no sólo tiene una dimensión social, es decir, para con la comunidad, sino que perpetúa el sacrificio del cuerpo y sangre de Jesucristo rememorando la Última Cena. Como se recuerda en el Concilio Vaticano II, “Nuestro Salvador […] confía a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”.
Fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia
Según se recoge en Lumen Gentium, una de las cuatro constituciones promulgadas por el Concilio Vaticano II, la Eucaristía es “fuente y culmen de toda la vida cristiana”. En esta línea se expresa Presbyterorum Ordinis. Sobre el Ministerio y la vida de los presbíteros, donde se asegura que “los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua”. De este modo, la celebración de la Eucaristía expresa y produce la comunión con la Trinidad y la unidad de la Iglesia.
La Eucaristía es, además, “santificación y culto”, señala Rueda, que cita la Instrucción Eucharisticum mysterium para explicar esta afirmación: “La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre”.
Finalmente, por la celebración eucarística “nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna”. La Eucaristía es, por tanto, el compendio y la suma de nuestra fe, que “confirma nuestra manera de pensar”, concluye el delegado de Liturgia de la Archidiócesis.