Con motivo del X Encuentro Mundial de las Familias, el padre Marko Ivan Rupnik, sacerdote jesuita, artista, teólogo y escritor, ha realizado una imagen como icono para este encuentro, donde se expresa en ella una catequesis sobre la familia.
Desde ayer martes el Icono está presidiendo la plaza de San Pedro.
El padre Rupnik, ha querido resaltar cómo para los cristianos la familia es la expresión de un sacramento, que es el matrimonio, y por ello ha elegido la imagen de las bodas de Caná, simbolizando que el vino es el amor, que contiene el sentido de la existencia humana.
En la parte de la izquierda el hombre y la mujer se encuentran tras un velo, como signo de que en el amor del hombre y la mujer hay un misterio velado, oculto, el mismo misterio de su creación, partícipe del mismo Amor de Dios. “El matrimonio es una vocación, es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia” (AL 72). Y “Cristo Señor sale al encuentro de los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio” (AL 48). El sí que damos los esposos es respuesta a la llamada de Dios a vivir el amor en el matrimonio y la familia y que cada día lo debemos renovar, cada día lo debemos celebrar y cada día lo debemos vivir como el primero y último de nuestra existencia.
Pero en este amor San Pablo, con su mano está quitando el velo, porque el amor vivido en el seno de la familia revela una imagen, aunque velada, del amor infinito de Dios, que es un amor nupcial.
Por eso San Pablo puede empezar a quitar el velo y podemos vislumbrar, en el amor entre un hombre y una mujer, algo del amor de Dios; “el matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano” (AL 70).
El amor que experimentamos en nuestra familia revela una imagen “velada” del “modo de amar de Dios”, pero con el poder del Espíritu Santo, podemos levantar el velo cada vez más y crecer, día a día, en nuestra capacidad de amar.
Abajo se encuentran las seis tinajas. El agua de las tinajas puede compararse con nuestro amor humano, que parece desgastarse con el tiempo, hay momentos o periodos en la vida en los que tenemos la impresión de que queda poco amor en nuestras tinajas, pero cada crisis se puede convertir en una oportunidad para beber juntos el mejor vino, el vino que nos facilita el mismo Jesús.
Y para ello tenemos siempre a nuestro lado a María la Virgen y a Cristo que derramó hasta la última gota de su sangre de su corazón para llenar, una vez más, nuestras vasijas.
Una buena imagen que representa el lema de este Encuentro Mundial de las Familias, “El amor familiar: vocación y camino de santidad”.
Nuestro matrimonio, nuestra familia, han sido pensados y creados por Dios desde la eternidad y por ello se nos ha dado este don de la vocación familiar y en ella tenemos que responder a su llamada para alcanzar la verdadera felicidad que nos dará la santidad.
Carmen Rodríguez y Rafael Muñoz
Delegación de Familia y Vida Archidiócesis de Sevilla