“Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no”.
Con esta fórmula nombraban Rey los representantes aragoneses. A continuación el elegido prestaba juramento ante el Justicia de Aragón frente al Altar Mayor de la Seo de Zaragoza y comenzaba su reinado.
Esta declaración pone de manifiesto dos cosas. La primera es lo arraigado en nuestra cultura, desde la Alta Edad Media, de la dignidad de la persona humana como valor sagrado, más allá de su condición económica o social. Nos igual que vos: por encima del hombre, ni el rey.
La segunda es la comprensión, y el recuerdo al futuro mandatario, de lo comunitario como superador de lo individual. Todos juntos, más que vos, sin que esto suponga que el colectivo suplante lo personal.
La misma fórmula, y las mismas reflexiones, se pueden aplicar a la elección del Hermano Mayor de una Hermandad. La persona que, durante un periodo previamente acotado, va a cumplir y hacer cumplir la Reglas de la Hermandad (nuestros fueros y libertades) en su condición de primero entre iguales. Pasados esos años volverá a ser un hermano más que elegirá, también él, al nuevo Hermano Mayor y le encomendará, desde su libertad y dignidad personales, la tarea de dirigir a los sus hermanos: y si no, no.
La misión del Hermano Mayor, por tanto, no es sólo presidir o gobernar, sino gestionar un equilibrio permanente entre la necesidad de mandar, controlar y dirigir y la acogida profunda del otro, de cada hermano de la Hermandad. Entre la necesidad de ascender para mandar y el imperativo de descender para amar, escuchar, aún a riesgo de ser vulnerable ante las personas. Desde la humildad que lleva al conocimiento y aceptación de las propias capacidades y limitaciones y, desde ellas, a ejercitar la fortaleza necesaria para cumplir la tarea encomendada, sin hacer dejación de derechos que son obligaciones y, como tales, no renunciables.
Los principios son los mismos, para el Rey de Aragón en la Edad Media, o para el Hermano Mayor de una Hermandad en el siglo XXI. Como igual y permanente es la dignidad de la persona humana.