Crear valor en los procesos

En las organizaciones de personas se entienden por  procesos el conjunto de actividades que se realizan para obtener un determinado resultado. En una hermandad un proceso lo conforman todas las actuaciones necesarias para el reparto de las papeletas de sitio; o para el montaje del altar de cultos; o todas las actividades que se realizan para la emisión, cobro y contabilización de las cuotas de hermanos. Podríamos poner muchos ejemplos más. 

 

Que la buena ejecución de estas tareas es fundamental parece claro, nadie lo pone en duda. El problema viene cuando los procesos se convierten en un fin en sí mismos, sin relación con el fin al que van dirigidos. La finalidad de un altar de cultos, por seguir con el mismo ejemplo, es dotar de la mayor solemnidad posible a la liturgia propia de la función principal, no ser citados en cualquiera de las revistas cofrades como el altar más espectacular de todos.

 

Aclarado que los procesos han de estar orientados a su finalidad hay que decir que bienvenidas sean las innovaciones en los mismos cuando contribuyen a conseguir los fines previstos con mayor eficacia y eficiencia, sin desvirtuarlos.

 

El argumento de que «siempre se ha hecho así» no es suficiente para mantener unos modos determinados. Cada vez son más las Hermandad que ofrecen a sus hermanos  la posibilidad de obtener las papeletas de sitio por internet; o que tienen su propia web en la que informan, a los hermanos y a los interesados, de todo lo relativos a la historia y la vida de la Hermandad. Los criterios de utilización de las instalaciones de la Casa Hermandad también han variado. Las iniciativas para la formación de los hermanos han de adaptarse a nuevas necesidades.

 

Es necesaria la innovación de los procesos en las hermandades. Es la forma de crear valor en los mismos; pero  sin perder las referencias. Innovar no es inventar  ni introducir novedades porque sí. Es tratar de aprovechar los medios que se ofrecen a las organizaciones para ser más fiel a las Reglas. Ese es el criterio para la mejora de los procesos. Un delicado equilibrio que las hermandades se han de esforzar en mantener.