El día 18 de junio se hizo pública la Encíclica del papa Francisco que tiene como título Laudato si´ y como subtítulo “el cuidado de la casa común”. El profesor Enrique Figueroa tiene en este espacio un blog titulado Iglesia y ecología y lógicamente, le corresponde a él hablar de la Encíclica. Pero mi blog tiene como fin divulgar la Doctrina Social de la Iglesia y ante un documento tan importante, yo no puedo dejar de hacerme eco.
El tema del “Cuidado de la Creación”, término hasta ahora más usado por la Iglesia, no es nuevo. El compendio de Doctrina Social de la Iglesia le dedica un capítulo entero y a lo largo de la historia han sido muchas las voces cristianas que han intentado hacernos ver que el hombre no es el dueño de la Creación, solo su administrador y esto lo debe hacer con “sabiduría y justicia”, como rezaba Salomón en el libro de la Sabiduría.
Pero el verdadero impulso para acrecentar la “conciencia ecológica” lo dio el papa San Juan Pablo II en el mensaje para la Jornada Mundial del 1 de enero de 1990 bajo el título Paz con Dios, paz con toda la Creación. En este mensaje el papa decía que la Humanidad estaba amenazada entre otras cosas por la falta del debido respeto a la naturaleza. Reconocía que se estaba formando una conciencia ecológica que no debía ser obstaculizada, sino más bien favorecida. Mencionaba el papa una serie de problemas medioambientales que Francisco también nombra en su encíclica y decía que la crisis ecológica es una crisis moral. Este documento es verdaderamente importante y sería conveniente leerlo[1] para darnos cuenta de que la preocupación sobre el medio ambiente no es un problema nuevo en la Iglesia.
También Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate[2], en el cuarto capítulo le dedica bastante espacio al ambiente. Entre otras cosas dice: debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola.
En el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2010, titulado Si quieres promover la paz, protege la Creación[3], el papa Benedicto XVI se hacía una serie de preguntas: ¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales? ¿Cómo descuidar el creciente fenómeno de los llamados «prófugos ambientales», personas que deben abandonar el ambiente en que viven —y con frecuencia también sus bienes— a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las incógnitas de un desplazamiento forzado? ¿Cómo no reaccionar ante los conflictos actuales, y ante otros potenciales, relacionados con el acceso a los recursos naturales?
Podría citar otros documentos papales en los que estos dos papas mencionados insisten en la necesidad de tener una nueva solidaridad que incluya a las generaciones futuras pero con estos tres creo que es suficiente para darnos cuenta que es la crisis medioambiental es algo que ha preocupado a la Iglesia.
Sí es necesario aclarar que en el centro de esta preocupación los papas sitúan al hombre. La Creación es obra de Dios y a través de ella el hombre lo alaba y le da gracias por los dones recibidos, se compromete a cuidar a todas sus criaturas, pero de entre ellas una sobresale: la persona humana. Eso se ve claramente en el relato del Génesis sobre la Creación (Gen1-3). Dios va creando el mundo y después de cada acto de creación: cielo, estrellas, animales,… nos dice el relato que vio que era bueno, pero cuando crea al hombre dice que vio que era muy bueno. Al terminar de crear al hombre y a la mujer, Dios les confía el resto de la creación y pudo descansar de “toda la obra creadora”
Como conclusión, animo desde aquí a leer esta encíclica, que como todos los documento de este papa, es fácil de leer, pero a la vez es densa en cuanto al contenido. De esta lectura se desprenderá que «los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe».[4]
[1] http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/messages/peace/documents/hf_jp-ii_mes_19891208_xxiii-world-day-for-peace.html
[2] http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html
[3] http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/messages/peace/documents/hf_ben-xvi_mes_20091208_xliii-world-day-peace.html
[4] Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990, 15: AAS 82 (1990), 156.