Antonio Jesús Serrano, Seminarista
Antonio Jesús Serrano llevaba una vida corriente. Perteneciente a una familia creyente pero no practicante, tuvo su primer encuentro con Cristo con apenas trece años. Fue a través de un programa de radio evangélico que escuchaba todas las noches. “A partir de entonces yo acepté a Jesús en mi corazón y en mi vida”, reconoce. Pero no se acercó a la Iglesia hasta hace tres años.
Empezó a visitar la Parroquia de Nuestra Señora del Mayor Dolor antes de ir al trabajo y “en ese momento giró mi vida, me sentía reflejado en la Misa”. Serrano confiesa que pese a tenerlo todo -trabajo, familia y amigos-, “en mi interior buscaba una respuesta de plenitud personal”, una respuesta que encontró en Cristo. Igualmente, asegura que no ha habido un momento de inflexión en su vida, sino que ha sido un proceso continuo de conocimiento del Señor.
«El Seminario es un lugar acogedor, de amor y atención”
De este proceso de discernimiento destaca el papel de la Virgen María, “modelo de sierva y entrega a Dios”, de la que mantiene, “nos ayuda a entender mejor su Hijo” y cuya figura “me hizo desembocar en el Seminario” de su corta estancia en éste, asegura que le ha sorprendido volver a estudiar, “pero lo he tomado con gusto porque me hace descubrir el mensaje de Cristo”. También destaca el “buen ambiente entre los compañeros” que “pese a ser muy diferentes, nos respetamos unos a otros y tenemos un objetivo común: servir a Cristo”.
Del Seminario también dice que es un “lugar acogedor, de amor y atención”, un lugar en el que se puede “parar y pensar”. Igualmente, agradece a los formadores la ayuda que les ofrecen para “encontrar nuestro sentido de vida”.“Hablar con un sacerdote de confianza, que no teman a ser como son y que si realmente Jesús les está llamando, que le abran los brazos y no tengan miedo, porque con Cristo nunca se pierde”, este es el consejo que da Serrano a todos aquellos que como él, creen que Jesús les está llamando.