“Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mt 5,7)
Consolando al hermano y ofreciéndole esperanza ante sus problemas podemos ser antorchas de misericordia. Hay mucho hermano que sufre, que pasa por momentos de dolor, de pruebas….
No podemos quedarnos indiferentes ante tanto sufrimiento, tenemos que hacernos uno con el otro.
“Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser nosotros mismos signo eficaz de la obra del Padre”. (Bula del Jubileo de la Misericordia. S.S Papa Francisco)
He tenido la experiencia de poder ir al encuentro de personas intentando ofrecer un poquito de ternura y he experimentado después que el Reino de Dios no está tan lejos, lo tenemos más cerca de lo que pensamos. Porque, creedme; uno cuando acoge, acompaña, escucha, etc.… se pone “en la piel del que sufre”, se crea una unión que va más allá del simple sentimiento.
Si estamos atentos ante las necesidades de los demás, escuchándoles de forma activa y dedicándoles el tiempo necesario, les podemos poner un poquito de ese bálsamo de la misericordia que tanto nos ayuda a todos en la vida en algún momento malo por el que pasemos en nuestro caminar.
La misericordia todo lo vence. Una vez le decía a una persona: “nunca te juzgaré”. Nunca debemos hacerlo cuando practicamos la misericordia. Consolar, aconsejar, nunca juzgar.
“Estamos llamados a vivir la misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia” (Bula del Jubileo de la Misericordia. S.S Papa Francisco)
Practiquemos esa misericordia con alegría, así daremos mejor testimonio de una Iglesia que acompaña con una amor misericordioso y compasivo.
Hay una urgencia en este mundo contemporáneo de anunciar y testimoniar la Misericordia con una antorcha que ilumine a toda la humanidad. Que los hombres vean su luz para que acudan a ella cuando necesiten ayuda.
Seamos cada uno de nosotros antorchas de misericordia en nuestros ambientes.