Almudena Fernández Blanco, consagrada del Regnum Christi
Su vocación fue un proceso muy normal, en el seno de una familia creyente de la que han surgido tres vocaciones a la vida consagrada. Sus padres pertenecían al movimiento de seglares del Regnum Christi y ella, desde pequeña, había participado en actividades de verano, en clubes, campamentos… “Mis padres no hicieron nada extraordinario. Yo vi el testimonio de cómo vivían; nos enseñaron la opción a vivir desde la fe, pero no nos obligaban”. Almudena tuvo una fuerte experiencia en una Semana Santa, en las celebraciones con Juan Pablo II: “allí me entró una inquietud, había sido muy feliz esa semana y no quería perder esa felicidad, que sé que estaba en Dios”.
Dos años después, cuando terminó el COU, se fue un año de voluntaria al colegio Highlands de Sevilla, dirigido por el movimiento Regnum Christi, “en ese año me di cuenta de que no podía afrontar mi vida sin preguntarle a Dios qué quería de mí”. Y Él estaba cambiando sus planes. Tenía novio y tenía pensado estudiar Pedagogía, pero lo dejó todo y se quedó un segundo año en el colegio para iniciar un proceso de discernimiento.
«Quiero dedicar mi vida a Dios, quiero que me llene, que no sea solo un trabajo, una ropa o una etiqueta”
Almudena hizo en Madrid sus primeros votos de pobreza, castidad y obediencia en la rama de laicas consagradas del Regnum Christi. “Lo que me atrajo del movimiento fue su autenticidad de vida, la alegría que expresaba plenitud y la relación personal con Cristo. Si quiero dedicar mi vida a Dios, quiero que me llene, que no sea solo un trabajo, una ropa o una etiqueta”.
Después de dos años de formación, viajó a Estados Unidos donde realizó tareas de apostolado. En trece años recorrió Washington, California y Texas, y el pasado mes de septiembre regresó a la casa de Sevilla, compuesta por diez consagradas que trabajan de forma directa en la pastoral del colegio, con jóvenes y familias. Su comunidad –que es muy joven, con una media de edad de treinta años– es una de sus claves para perseverar: “sé que cuento con ellas, y yo también estoy para ellas”, subraya. Es la conclusión de “una mujer feliz, que ha tenido la suerte de recibir la llamada a ser totalmente de Dios”.