En el pasado post, hablé sobre los migrantes centrándonos sobre todo en aquellos aspectos que los papas querían fijar su atención en la Jornada Mundial del Migrante.
No cabe la menor duda que estamos viviendo unos momentos difíciles. La llegada masiva de refugiados y, sobre todo los atentados de París, están haciendo que se oigan más voces de las deseables sobre el miedo a perder nuestra identidad, nuestra cultura o incluso nuestra fe por culpa de la llegada de tantas personas.
Curiosamente esta inquietud ya estaba presente en el año 1996 cuando San Juan Pablo II manifestaba que el gran número de inmigrantes y refugiados políticos que estaban llegando a Europa, tradicionalmente cristiana, eran en gran parte de otras religiones. Entonces manifestó con contundencia que la Iglesia reconocía y apoyaba las legislaciones sobre la libertad de culto: “…más aún, mostrando estima y respeto hacia los seguidores de las diferentes religiones, desea mantener con ellos relaciones efectivas de colaboración y, en un clima de confianza y diálogo, quiere cooperar para la solución de los problemas que van surgiendo en la sociedad actual”. En cuanto a la posible pérdida de identidad cristiana el papa decía: “El camino misionero de la Iglesia consiste en salir al encuentro de los hombres de toda raza, lengua y nación con simpatía y amor, compartiendo su situación con espíritu evangélico, para que se alimenten del pan de la verdad y de la caridad”.
El tema de la multiculturalidad será tocado varias veces, nunca con carácter negativo, sino como una oportunidad para incrementar el diálogo interreligioso (año 2002), advirtiendo que la Iglesia no se identifica con ninguna etnia ni cultura concreta (año 1999) ya que se siente peregrina. La interculturalidad debe entenderse no como una asimilación que induce a suprimir o a olvidar la propia identidad cultural sino como un proceso largo encaminado a formar sociedades y culturas que sean cada vez más un reflejo de los multiformes dones de Dios a los hombres (año 2004).
En años sucesivos, este mismo papa hablaría de la necesidad del compromiso cristiano de solidaridad y promoción humana de los emigrantes. Como resumen, pondré una cita textual en la que nombra los principales derechos que les deben ser reconocidos: “Por eso no se cansa (la Iglesia) de afirmar y defender la dignidad de la persona, destacando los derechos irrenunciables que de ella se desprenden. Éstos son, en particular, el derecho a tener una propia patria; a vivir libremente en el propio país; a vivir con la propia familia; a disponer de los bienes necesarios para llevar una vida digna; a conservar y desarrollar el propio patrimonio étnico, cultural y lingüístico; a profesar la propia religión, y a ser reconocido y tratado, en toda circunstancia, conforme a la propia dignidad de ser humano” (Año 2001).
San Juan Pablo II era consciente del incremento del hecho migratorio y advertía de los peligros que podrían derivarse de vivir juntas personas de distintas culturas y religiones. Para poder afrontar esta situación sin tensiones el papa decía que es necesario incrementar el diálogo entre todos haciendo caer las barreras de la desconfianza, de los prejuicios y de los miedos. Para frenar las crecientes actitudes racistas y xenófobas el papa llamaba a todos los católicos a “superar toda tendencia a encerrarse en sí mismos y aprender a discernir en las personas de otras culturas la obra de Dios “(Año 2003).
En el año 2004 el papa defendería el derecho a no emigrar, haciendo una llamada a la comunidad internacional a que multiplicara sus esfuerzos por construir sociedades pacíficas en las que las personas pudieran vivir en paz y dignidad en la propia patria. Para lograrlo, nos dirá, es necesario que exista una administración local o nacional atenta a los ciudadanos, un comercio más equitativo y una cooperación internacional más solidaria que aseguren a sus habitantes que necesidades básicas como el alimento, la salud, el trabajo, la vivienda y la educación sean satisfechas.
Con esto termino de resumir los deseos y las actitudes principales que el papa San Juan Pablo II quiso transmitir a los creyentes con relación a los inmigrantes para que entre todos seamos capaces de construir sociedades más justas y pacíficas.
En el tercer y último post sobre las resumiré los mensajes de Benedicto XVI y Francisco.
Fotografía: Europapress