EL TRABAJO DE LAS JUNTAS DE GOBIERNO

estructuralismo

Este es un post “de encargo”. En una agradable sobremesa se planteó el tema de si se podía considerar la tarea de las Juntas de Gobierno como un trabajo profesional o era simplemente una actividad complementaria llevada a cabo por personas que dedicaban parte de su tiempo libre a sacar adelante su Hermandad. El tema derivó hacia la antropología y mis contertulios me animaron (más bien me retaron) a llevar el tema al Blog. Ahí va.

 

Trabajo Profesional. 

Tenemos una visión reductiva del trabajo, considerando como tal sólo el que nos sirve para ganarnos la vida. El resto de actividades se entienden como aficiones o entretenimientos, pero no un verdadero trabajo profesional. Este planteamiento tiene un riesgo: definir el trabajo según el producto -su valor económico, cultural, su reconocimiento social,…- supone poner las bases para un economicismo inevitable que lo empobrecería.

El Papa Francisco trata este tema en su encíclica “Laudato si”:  Emerge  la necesidad de una correcta concepción del trabajo…. No hablamos sólo del trabajo manual…, sino de cualquier actividad que implique alguna transformación de lo existente, desde la elaboración de un informe social hasta el diseño de un desarrollo tecnológico… (LS 125).

En consecuencia lo que hace una  Junta de Gobierno ha de ser considerado un verdadero trabajo profesional, que abarca –o debe abarcar-  realidades como el aprendizaje, la preparación, la formación continua y permanente, el estar al día. La necesaria competencia profesional que han de adquirir y aplicar los integrantes de las Juntas de Gobierno –además de ser un medio de santificación personal para ellos- tiene como finalidad el cumplimiento de la misión de la Hermandad: “el perfeccionamiento cristiano de sus miembros” (CIC 298), ofreciendo  un servicio mejor a los hermanos , sin que nadie  quede excluido de este servicio, desplazado, «porque los “profesionales” pierdan el contacto directo con sus problemas» (cfr. LS 49).

 

Trabajo Humano.

Desde una perspectiva antropológica la función del trabajo  es  dar a la persona la posibilidad de desarrollar sus facultades, de producir los bienes y servicios que todos necesitamos para una vida digna y permitirle vencer su egocentrismo innato uniéndole a otras personas en una tarea común. En consecuencia: «Cualquier forma de trabajo tiene detrás una idea sobre la relación que el ser humano puede o debe establecer con lo otro de sí» (LS 125).

El hombre está asociado a la creación y participa del poder divino, perfecciona el mundo con su trabajo, que nos hace colaboradores de Dios en la creación. Dios crea para que otro haga. El trabajo «implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que Él mismo colocó en las cosas» (LS 124).

No podemos dejar atrás la dimensión social del trabajo: nadie lleva a cabo su trabajo aisladamente, los individuos se mantienen  y se expansionan como personas en el modo de vincularse en él con los demás, por lo que las relaciones laborales poseen una influencia  decisiva en el modo de ser y en el modo de hacerse del hombre. En el caso de las Juntas de Gobierno ese «los demás» a los que se vincula el hombre con su trabajo bien hecho  incluye no sólo a los oficiales de la Junta, sino a todos los hermanos y, por extensión, a todos los que se acercan o relacionan con la Hermandad.

También incluye a Dios. La relación con Dios es relación con la  Trinidad, ya que  Dios ha creado y elevado al orden sobrenatural al hombre para que, con la gracia santificante, pudiera penetrar en la intimidad de la Trinidad, sin destruir ni forzar su propia naturaleza de criatura, mediante el don inefable de la filiación divina, que no  es un simple título, sino una elevación real, una transformación efectiva de nuestro ser más íntimo.

 

El trabajo de la Junta de Gobierno.

Podemos concluir que las tareas que desarrolla la Junta de Gobierno para la gestión de la Hermandad son  verdadero trabajo profesional, participación en la Creación y elevación real a hijos de Dios de quienes lo realizan.

Cualquier tarea  tiene su valor y puede satisfacer más o menos a la persona, pero sólo cuando se realiza como un acto de donación a Dios, puede colmar las ansias infinitas del ser personal. Cuando la persona se sabe creada, sabe que tiene una misión que cumplir en esta tierra, que tiene un encargo, y que el fruto de esa misión ha de llegar a su destinatario. Si el trabajo es la “vocación inicial del hombre” (Gen 2.15), su fin último es que el hombre se done al Creador llevando todas las cosas a Él. El gobierno de la Hermandad no es, pues,

una amable ocupación del tiempo libre,  es un encargo ineludible, cuya finalidad es decisiva para quien lo realiza y para todos los que se relacionan, directa o indirectamente, con la Hermandad.

El análisis del trabajo de la Junta de Gobierno adquiere así una  nueva dimensión. En consecuencia los miembros de la Junta, con el Hermano Mayor al frente, han de proponerse no ya el cumplimiento minimalista de unas reglas que procuren la eficacia en la organización de unas actividades,  sino la plenitud de la vida cristiana en todos los órdenes de la acción.