¿Se han reído alguna vez de tu fe? ¿Se han burlado alguna vez de tus principios morales, de tu conducta y te han tachado de “anticuado”? ¿Se ha roto alguna buena relación por ser coherente con tus principios cristianos? ….
Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, es que has experimentado de alguna manera oposición a tu fe. A mí también me ha ocurrido.
Comprobamos por algunos medios de comunicación y otras veces incluso por personas cercanas a nosotros que hay cada vez más gente hostil al cristianismo.
Algunos hechos recientes como por ejemplo las cabalgatas de Madrid y de Valencia ausentes de todo sentido religioso, la reducción de tiempo de la asignatura de religión, la exposición blasfema de fotografías organizada por el Ayuntamiento de Pamplona, otras actuaciones similares en capillas universitarias, etc., son muestras de la intolerancia que nos rodea que en el fondo es un totalitarismo disfrazado de “progresismo”.
Los cristianos somos conscientes de que una vez que comenzamos a edificar nuestra vida cristiana, cuando comenzamos a servir al Señor, cuando queremos dejar atrás una vida mundana y comenzamos a vivir una vida para agradar a Dios, la oposición aparecerá.
Pero Dios no nos ha llamado a pasar inadvertidos en el mundo. Nos ha llamado a marcar la diferencia, a ser sal de la tierra (Mt 5:14-16).
Hemos de saber que lo primero es agradar a Dios y no a los hombres (Hech 5:29).
Una vez un amigo al que dije que me preocupaba hacer bien una exposición en público, me dio un sabio consejo que nunca olvidaré: “no busques hacer bien las cosas delante de los hombres, no te preocupes por quedar bien ante ellos, preocúpate por agradar al Señor, sólo tienes que darle cuentas a Él”.
Cuando queremos transformar nuestra vida, aparecen personas que tratan de desanimarnos, de hacernos creer que somos débiles, que no durará el cambio que estamos teniendo de vida….
Si alguien es experto en reedificar vidas es Cristo.
¿Qué hacemos entonces antes esta situación?. En lugar de desanimarnos tenemos que hacer lo que hizo Nehemías: buscar a Dios en la oración y fortalecerse en El (Nehem 4:3).
Aprendamos del Señor, mantengamos una actitud humilde y mansa pero a la vez manteniéndonos alerta para no caer en las manos de los que buscan que fallemos.
Hay dos posibles respuestas: callarnos y recibir todo el mal en silencio o defendernos de los ataques.
Jesús respondió a sus acusadores; cuando fue golpeado por un guardia del sumo sacerdote, le respondió: “si he hablado mal, dime en que y si no he dicho nada malo, ¿por qué me pegas?”.
Jesús no calló, se defendió con dignidad y amor, pero se defendió.
Encomendémonos siempre a la fuerza del Espíritu que nos dará las palabras adecuadas para responder a cada injuria y ataque que suframos. Habrá situaciones también que el Espíritu nos impulse a callar.
Tratemos con amor, misericordia y la fuerza de Dios de demostrar el error de los demás y defender la Verdad.
Nunca neguemos a Dios a pesar de la oposición que recibamos.
Hay una hermosa promesa para aquellos que mantienen sus convicciones cristianas hasta el fin: “ Hiciste bien, siervo bueno y fiel, en lo poco has sido fiel , te pondré a cargo de mucho más, ven a compartir la felicidad de tu Señor” (Mt 25,21).