Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Comentario
Frutos de justicia
27 muertos en la provincia de Sevilla como consecuencia de accidentes laborales en el 2017. Cada mes, dos barrios o pueblos de Sevilla se sobresaltaron una mañana y se cubrieron de tristeza al día siguiente. Las familias viven la ausencia para siempre.
500 obreros murieron por accidente en su puesto de trabajo en España en 2017. Su muerte se convierte en acusación de culpabilidades, connivencias y de mucha insensibilidad. La mayor parte de ellos son varones jóvenes; algunos de ellos mueren en su primer día de trabajo. Algunos accidentes son una negra crónica anunciada por la falta de medidas de seguridad y por la precariedad en el empleo. Los hombres jóvenes con empleos de riesgo cierto no tienen movimiento social que denuncie su situación. Sus muertes son un veredicto contra un modelo jurídico y laboral que pone el beneficio por encima de la vida de las personas.
Los frutos que se nos piden a los discípulos de Jesús de Nazaret son frutos de justicia y de misericordia. No sé si ante los niños que quedan huérfanos, ante las viudas, o los padres que tienen que enterrar a sus hijos expresamos suficientemente nuestra misericordia. Pero sí es cierto que no estamos exigiendo en nuestra sociedad, ni desde la Iglesia, una justicia que sólo ha de pedir vida para los hijos de Dios.
Pidamos a San José que proteja a todos los obreros, mientras luchamos contra las estructuras de pecado que causan tanto sufrimiento y tanta muerte. Pero que esta súplica nunca sea coartada de nuestra falta de compromiso.