La experiencia personal de comunidad de vida parroquial ha supuesto un cambio, una manera nueva de vivir mi fe, una perspectiva diferente de mirar los acontecimientos que me suceden y un tener presente al Señor en cada momento.
Estoy recorriendo un camino de crecimiento espiritual que comenzó tras recibir el kerigma y aceptar la propuesta de Jesús, que me invitaba a seguirle no de forma individual, sino ahora en una dimensión comunitaria junto a mis hermanos de comunidad.
Esto supone que en nuestras reuniones, la formación o catequesis se enriquece con las aportaciones que cada uno comparte; la oración en común nos une y nos hace interceder unos por otros, acogiendo lo que les sucede a los demás miembros como si fuera algo propio; el discernimiento sobre problemas personales, tras orar e invocar al Espíritu Santo, nos lleva a aconsejar y orientar al que ha de tomar una decisión difícil y adoptar lo que sin duda viene de Dios y más le agrada, aunque nos llega a través de los hermanos.
Con ellos siento que, además de avanzar y de ir poco a poco profundizando en mi fe, estoy trasladando a los aspectos de mi vida familiar, laboral, social y parroquial toda la riqueza espiritual que comparten conmigo.
He sido tan afortunada que, incluso ese camino de conversión permanente, lo estoy haciendo con mi marido, por lo que hemos experimentado un cambio en la manera de abordar situaciones familiares cotidianas con la seguridad y por tanto con la alegría, de saber que caminamos juntos, pero no solos, sino al lado de esta familia espiritual que es mi comunidad de la parroquia y con Jesús en medio de nosotros.
Mari Carmen