Tenía ganas de escribir sobre un tema que me viene llamando la atención desde hace tiempo, aunque creo que no voy a hacer muchos amigos con él. Me refiero a los cofrades, al ser o no ser cofrade. Un título que se adjudica, por los que ya pertenecen al grupo, a quienes cumplen determinados requisitos para poder ser considerados como tales: cofrades diplomados, o cofrades «con papeles».
Definición.-
Lo primero que hay que aclarar es que “cofrade” es un concepto polisémico, admite varias definiciones, no todas peyorativas. ¿Qué es ser cofrade?, ¿quiénes deciden cuando a una persona se le puede otorgar esa categoría?, ¿qué requisitos debe cumplir?, ¿qué actitudes invalidarían las pretensiones del posible aspirante?
Si tuviera que ensayar una definición de un fenómeno como éste, un tanto complejo, diría que cofrade es aquella persona que, por decisión propia o de los demás, se erige en experto en hermandades, casi siempre en cuestiones no esenciales. Suelen ser ágrafos, sus opiniones las expresan oralmente en tertulias de amigos o en programas de radio o televisión. Tienen cierta tendencia tribal y algunos rasgos comunes. Uno de los más llamativos son las grandes manifestaciones de afecto: los besos y abrazos efusivos forman parte de la cultura cofrade. En sus conversaciones el intercambio de datos y anécdotas suele sustituir al análisis riguroso que surge de la ponderación interior.
Para ser cofrade reconocido, “con papeles”, hay que tener un mínimo de erudición: conocer la fecha de cualquier efemérides, el año en el que una Hermandad no salió por la lluvia, el que se estrenaron los varales, se cambió el recorrido; estrenos; obras de compositores, escultores, bordadores, orfebres; bandas; capataces; bordadores… El cofrade ha de ser erudito, aunque sea un erudito a la violeta.
Adquirida la cualidad de cofrade, el paso siguiente es la especialización. Este es un campo muy amplio, difícilmente abarcable en su totalidad. Sin ser exhaustivos podemos identificar, entre otros, lo siguientes tipos:
Cofrade organizador: Domina los horarios y tiene la solución para todos los días de la Semana Santa, Madrugá incluida
Cofrade de toda la vida: Conoce todas las historias y las sagas familiares de cada Hermandad.
Cofrade reconocido: Concita a su alrededor a sus fieles oyentes (¿o escuchantes?) y seguidores.
Cofrade con balcones a la calle: Conoce todos los rumores de bandas y capataces, los posibles cambios y los motivos. También los cotilleos de las hermandades.
Cofrade irascible: Para él todo está mal: hermandades, Consejo, “Palacio”, CECOP, cofradías, sillas, … Según él a la actual Semana Santa, como dice la copla, habría “que fundirla de nuevo, como funden las campanas”.
Cofrade sectorial: Especializado en música, en capataces, en estrenos, o en cualquier otro sector. Su especialización termina agotando a quienes le escuchan.
Cofrade culto: Habla con autoridad, se expresa bien, con rigor. Mide sus palabras, sabe que hay temas que no debe tocar, se preocupa de su reputación.
Cofrades de cultos (no confundir con el anterior): La categoría de una Función Principal la mide por el rango del oficiante, no por la profundidad de la predicación. En los altares de culto valora más la cantidad de elementos acumulados, que la composición artística del mismo, su sentido del equilibrio y la armonía.
Cofrade analista electoral: Domina las elecciones, conoce a los candidatos, el oficial y el opositor, y los motivos que llevan a éste último a presentarse. Analiza la situación y se atreve a pronosticar quién va a ser el vencedor.
Cofrade polivalente: El que se apunta a más de una categoría.
Cofrade meritorio: Acude a las tertulias para formarse y, con el tiempo, llegar a ser cofrade reconocido. Mientras, se reúne con otros meritorios en tertulias de las categorías inferiores.
Todos ellos, sin embargo, presentan algunos rasgos comunes. El principal es que como “la Iglesia es una cosa y las hermandades otra” – lema cofrade por excelencia-, la formación teológica; conocimiento del Catecismo; de los documentos del Magisterio o lo que dice el Papa o los obispos, no lo consideran de interés, porque son “cosas de la Iglesia, que no afectan a las hermandades”.
Si no encajas en alguna de esas categorías, cumpliendo sus requisitos y actitudes se dicta sentencia: “ése no es cofrade”.
Algo más.-
Pero también hay cofrades sin papeles, ni diploma otorgado. Son poco conocidos en los mentideros; pero mantienen sus hermandades con su trabajo silencioso, poco reconocido, a veces ante la sonrisa benevolente de los demás (“¡es así!”). No se siente condicionado, asume la responsabilidad de sus opiniones libremente expresadas y de sus actuaciones, aunque, a juicio de algunos, eso le perjudique en sus expectativas, reales o atribuidas.
Como decía al principio, a lo mejor no hago muchos amigos diciendo estas cosas. Incluso puede que me inhabiliten a perpetuidad para ser cofrade; ¡pero me he quedado de a gusto!