Este jueves, 26 de mayo, ha sido el día del Corpus Christi, el día mundial de la Caridad. Una jornada en que se manifiesta la presencia real de Jesús y de su palabra a través del mensaje evangélico en nuestras vidas. La procesión celebrada en Sevilla ha puesto de manifiesto una ciudad volcada con este día lleno de simbologías que se podían visualizar en los bellos altares que acompañaban la procesión a través de las calles del centro.
Antes de la procesión, en la solemne misa celebrada en la Catedral en relación con este día, el Arzobispo de Sevilla, D. Juan José Asenjo Pelegrina, impartió una homilía impregnada de amor a Dios y a las criaturas, alimento para el alma en este señalado día. Nos recordó, además de hacernos ver la esencia de la real presencia vivificadora de Dios a través de la Eucaristía, los datos del último informe de Cáritas en relación con la pobreza creciente en España y la desigualdad social que no cesa; y un dato terrible: España y Rumania son dos países de la Unión Europea con mayores niveles de pobreza infantil.
La conciencia de la presencia real de Dios con nosotros debería, a través de la conciencia y la búsqueda interior, conducirnos a todos a una vida de amor con los demás, lo cual incluye, quizás especialmente, a aquellos que pueden contribuir a la transformación de la injusta realidad que vivimos. Al escuchar la homilía de nuestro Arzobispo me planteaba dos cuestiones: ¿somos realmente conscientes de la presencia real de Dios en cada uno de nosotros? ¿Qué es lo que no hemos entendido del Evangelio?
Los cristianos estanos obligados a transmitir amor y ayudar a una sociedad más solidaria. Hoy, uno de cada tres españoles corre riesgo de pobreza y exclusión social, es decir, el 28,6 de la población. De acuerdo con los datos de la encuesta anual de condiciones de vida publicada por el INE, el 39,4 de los hogares españoles no tenía el año pasado capacidad para afrontar gastos imprevistos. Las personas en riesgo de pobreza crecen en Andalucía, a pesar de la recuperación que se anuncia.
Evidentemente, el mensaje de caridad y amor, ese mensaje que celebramos en el Corpus Christi y nos recordaba nuestro Arzobispo en su homilía, de presencia permanente de Dios en nosotros y de comprensión del mensaje del Evangelio no parecen compatibles con el desarrollo de una sociedad que permite tanta inequidad social, como denuncia de forma continua el papa Francisco, que se pregunta: ¿Dónde vas Europa?