Sor Margarita Monedero.
Madre Vicaria de la comunidad clarisa de Alcalá de Guadaíra.
Setenta años hace que sor Margarita ingresara en el convento de Santa Clara de Alcalá de Guadaíra. En plena Guerra Civil, con apenas 15 años, esta vallisoletana respondió “de forma sencilla” a la llamada del Señor. No temió la pobreza a la que se enfrentaban –y enfrentaron durante mucho tiempo- las clarisas en la provincia, tampoco a las penurias y dificultades consecuencia de la Guerra (tuvieron que trasladarse a Sevilla durante cinco años y después reconstruir el convento, “que estaba en ruinas”). Pese a todo “yo estaba feliz porque siempre había tenido clara mi vocación a la vida religiosa”, confiesa sor Margarita.
Ríe cuando le preguntamos cuál es el secreto de su fidelidad a Cristo: “vivir entregándose día a día al carisma clariano, sintiéndote dichosa, dándote al Señor y pedir por toda la humanidad, porque las religiosas de vida contemplativa debemos hacer presente las necesidades de los hombres en nuestra oración”.
El secreto de la fidelidad está en “vivir entregándose día a día al carisma clariano, sintiéndote dichosa, dándote al Señor”
Mujer tímida, humilde y de pocas palabras, pero bien escogidas, sor Margarita está convencida de que hoy Dios sigue llamando, por eso, achaca la crisis de vocaciones a “la forma de vida de los jóvenes, que temen al compromiso y han perdido sus referentes”. ¿Cómo se salva? “Asistiendo a la Iglesia, viviendo la fe en comunidad, visitando los conventos y monasterios para conocer los distintos carismas y no hacerse los sordos ante la llamada insistente de Dios”.
Mucho ha llovido desde que esta religiosa entrara a formar parte de la comunidad clarisa de Alcalá de Guadaíra, pero su experiencia y su testimonio de fe es imprescindible para las hermanas que se han ido incorporando: “Podríamos decir que somos una comunidad joven, vital y diversa. Hay hermanas que no superan los 40 años y otras que somos octogenarias, de varias nacionalidades. Juntas compartimos y nos enriquecemos”, apunta.
Sor Margarita es el reflejo del carisma clariano: la alegría y sencillez de su fundadora, Santa Clara de Asís, “una mujer también de estos tiempos”, que enseña a “trabajar buscando siempre la santidad”.