Este pasado domingo se ha celebrado el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Desde tiempos remotos, desde Abraham, el pan y el vino son símbolos sagrados. Pero también están llenos de sentido ecológico. Son elementos de la tierra que nos dan vida, y también transmiten alegría. Por ello las Sagradas Escritures, tanto en el Antiguo y el Nuevo Testamento, están llenas de momentos relacionados con el pan y el vino. Jesús nos invita a ellos, y en ellos se queda con nosotros. Podemos celebrarlo cada día, son frutos de la tierra y están llenos de esperanza.
En el Evangelio del domingo se nos explica el portentoso suceso de la multiplicación de los panes y los peces. (Lucas, 9, 11-17). Jesús les dice a sus discípulos: «Dadles de comer». Esta frase tiene un sentido profundo, comer materia para alimentar el espíritu en la constitución del Reino en la Tierra. De nuevo, cuando pienso en clave ecológica y social me pregunto si realmente nuestro modelo de sociedad, nuestra Unión Europea, está haciendo lo que Jesús pidió, dar de comer. Comer, asilo, protección, acogida, son palabras evangélicas, llenas de amor y misericordia.
El Papa Francisco, en su discurso del 20 de junio de 2013, decía que «es necesario contraponerse a los intereses económicos miopes y a la lógica del poder de unos pocos, que excluyen a la mayoría de la población mundial y generan pobreza y marginación».
El pasado domingo celebramos a Jesús y su espíritu, su Palabra, su manifestación material entre nosotros a través de dos materiales sencillo, ecológicos y naturales, de la vida diaria, el pan y el vino, que debían llegar a todos. Decía también el Papa Francisco en el rezo del Ángelus del 22 de junio de 2014, «gracias a Jesús y a su Espíritu, también nuestra vida llega a ser «pan partido» para nuestros hermanos». Jesús sigue diciendo «Dadles de comer», y hay una multitud que aguarda. Y tras el reparto del pan y los peces, sobró mucha comida y Jesús generoso ordenó recogerla, para otros, en el monte podría ser negativo el exceso para la Naturaleza, pero repartido y aprovechado era pura ecología.