Mantener un blog con una cierta homogeneidad es más complicado de lo que yo pensaba. Hay que adoptar una línea argumental y ser coherentes con ella. En nuestro caso esa línea es clara: se trata de ir construyendo, poco a poco, un soporte práctico y teórico a las hermandades, tanto en el plano organizativo como en lo que hace referencia a la antropología cristiana. Unas veces se tratan cuestiones prácticas y otras temas más abstractos.
Tengo un amigo que analiza el impacto en las redes sociales de cada uno de estos posts. No me entero muy bien de sus explicaciones porque al final lo reduce todo a unos algoritmos que me superan; pero hay algo que sí entiendo: los que tratan de temas más prácticos son los que más circulan por Facebook y Twiter, a veces a unos niveles impensables para mí. Por el contrario, los que hacen referencia a temas antropológicos, sociológicos o puramente teológicos tienen un recorrido distinto: menos redifusión inmediata, pero luego se van reproduciendo y trabajando más detenidamente en el tiempo.
Todo esto me sirve de justificación para tomarme hoy un respiro y hacer algo que a lo mejor desaprueban los puristas: mezclar copla y cofradías, como en los viejos carteles de Fiestas Primaverales, en los que se mezclaban túnicas y batas de cola.
Decía Machado:
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
coplas del pueblo son.
Con fino sentido teológico el pueblo de Sevilla, que aprendió a rezar cantando, sabe entender las coplas de amor humano a lo divino, como esa de Quintero, León y Quiroga, en que le pide a la Virgen, Madre Dolorosa, la limosna de su amor y expresarle su agradecimiento, mientras le canta:
Dame limosna de amores, Dolores,
dámela por Caridad,
y pon en mi tú unas flores, Dolores,
que Dios te lo pagará.
“Limosna de amores”, donación gratuita. Quiéreme gratuitamente –le pedimos a la Virgen-, sin merecimiento por mi parte, por eso te lo pido como limosna, porque nunca haré méritos suficientes para ser acreedor de tu amor. “Dámela por Caridad”, por amor al Hijo de Dios, y tuyo, que en la Cruz te transmitió el encargo de cuidarnos. “Y pon en mi tú unas flores”, porque ese cuidado, ese amor de la Virgen me cambia, me hace mejor, convierte mi alma en un jardín.
Quisiéramos darle las gracias por esa limosna, pero reconocemos nuestra limitación, así que tenemos que recurrir al socorrido “…que Dios te lo pagará”. Sólo Dios mismo puede pagarte adecuadamente esa limosna de amor hacia mí, hacia cada uno, yo no puedo. Lo que te ofrezco a cambio es una promesa agradecida… un tanto infantil.
…pero lo que nunca jamás en la vida
podrás tú saber (¡Madre!)
(es) que hasta en el momento que esté en la agonía
te habré de querer…
¡Eso es rezar!, ¡que Sevilla canta cuando reza y reza cuando canta!
Pues esa misma Caridad que vive la Virgen con nosotros es la que hemos de vivir nosotros en la Hermandad. Aprender a repartir limosnas de amores, que Dios nos lo pagará.