El papa Francisco nos ha regalado unos preciosos escritos donde podemos aprender Amor y Misericordia a las criaturas, especialmente a los seres humanos, pero también al resto de los seres del planeta y al conjunto de la naturaleza del mismo. Los mensajes del Papa nos suministran un abundante material para orar.
No sólo podemos rezar con nuestras oraciones y jaculatorias, y con los textos espirituales de que disponemos. Pienso que podemos rezar con nuestros buenos pensamientos y deseos constantes de bien hacia los demás. Hace muchos años leí muchas veces el libro de Michel Quoist Oraciones para rezar por la calle. Me enriqueció junto con otras lecturas de carácter espiritual de aquellos años.
Hoy es necesario que recemos por la calle y hay muchas formas de hacerlo. Una de ellas es rezar por las personas que veamos en situación de necesitar una oración nuestra, y también realizando acciones que ponen de manifiesto la bondad natural del ser humano.
En una determinada playa de Andalucía he presenciado un hecho que me hizo meditar. Un señor relativamente mayor fue atropellado por una tabla de surf en la orilla. Sangraba y estaba acompañado de su esposa, ningún otro familiar. Dos jóvenes, un chico y una chica, se interesaron de inmediato. Acompañaron al matrimonio a los socorristas, posteriormente al ambulatorio y los llevaron a la capital más cercana en su coche ya que el accidentado no tenía posibilidad de transporte. Estuvieron con ellos todo el rato y los devolvieron a su casa una vez atendidos. Esto para mi es oración rezada en la calle. Los dos jóvenes eran mis hijos. Cuando volvieron a casa les di un beso y les manifesté que con su comportamiento de esa tarde habían contribuido a hacer un mundo mejor. Hay muchas formas de rezar cada día en cada calle, aunque no se tenga conciencia de ello. El mundo y el planeta necesitan nuestra constante oración y atención.