LA ENCRUCIJADA ACTUAL

 

Visité este verano “Occidens”, una magnífica exposición permanente que se muestra en la Catedral de Pamplona y que está inspirada en el libro “¿Qué es Occidente?” de Philippe Nemo.

No es sólo una exposición de obras de arte, sino también provoca un espacio de reflexión que me ha animado a escribir.

En la trayectoria de Occidente, hemos tenido determinados momentos históricos que han constituido auténticas encrucijadas en las que se jugaba el ser o no ser de Europa. Entre ellas, podemos destacar algunas como la caída del Imperio Romano, el desafío del Islam, la Batalla de Lepanto, la Revolución Francesa….

Actualmente, creo que nos encontramos en otra encrucijada, la del RELATIVISMO, que deja a Europa moralmente “desarmada” y es una amenaza.

El Papa Benedicto XVI dijo en una ocasión: “existe en nuestros días una pobreza espiritual aún mayor que es la dictadura del relativismo…”

Muchos defienden que todo es relativo, que no existe la VERDAD; me recuerda a una rima de Campoamor:

“En este mundo traidor

nada es verdad ni mentira.

Todo tiene el color

del cristal con que se mira”

Nos dice S. Juan Pablo II: Si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” (Encíclica “Centesimus Annus”, n. 46).

Todo responde a una batalla cultural, Occidente hoy es víctima de una forma de totalitarismo en el que se imponen ideas y hay que asumirlas. Se propone como modelo un individualismo en el que yo decido autónomamente lo que soy y mi comportamiento frente a los demás. Esto tiene como consecuencia que se ataque la moral objetiva y así el relativismo pasa a ser la única verdad.

 “Es una especie de Inquisición laica. Y los grandes inquisidores están en la inteligencia: en las universidades, en los medios de comunicación, en el Derecho, en las clases políticas”. (Melanie Philips, The  World Turned Upside Down).

 

Se están perdiendo los valores de Occidente basados en el Humanismo cristiano. Valores como la Verdad, la Belleza, la Libertad, el Bien…

Antes se tenía un fuerte sentido de la trascendencia y los hombres eran conscientes que habían sido creados por amor y para amar y este volver a Dios condicionaba toda su vida, personal, social y la de los Estados.

Ello debería ser el bagaje histórico que todos tendríamos que haber asimilado en la escuela, pero que pocos en realidad han recibido.

En este sentido, dice Benedicto XVI: “nuestra sociedad, a la que nos gusta referirnos hoy como ‘líquida’, parece haber perdido no solo el sentido de lo que está mal, sino también la fe en la existencia de Alguien que pueda salvarnos, regenerarnos, acogernos siempre y levantarnos cuando caemos”.

La buena noticia es que hay esperanza frente a todo mal.

Pero no debemos tener miedo a defender los valores que nos han transmitido y especialmente los que nos llevan a proteger la vida y la integridad de cualquier ser humano, desde que nace hasta su muerte natural.  Así quedaremos libres de que nos puedan manipular aquellos que pretendan imponer la ideología de turno.