La obra maestra de Roberto Benigni cumple 20 años
Estrenada en 1997, la película constituyó en su momento un auténtico fenómeno social y es, en mi opinión, una cinta de obligada visión para las actuales y futuras generaciones. Los tres Oscars que ganó –uno de ellos por la genial interpretación de Benigni‑ y otros 66 premios más recibidos sucesivamente, son datos que hablan por sí solos del impacto mundial de “La vida es bella”.
Su argumento es bien conocido. Estamos en el año 1939, en Arezzo, en la Toscana italiana, a punto de comenzar la Segunda Guerra Mundial. Hasta allí llega Guido para abrir una librería. Medio poeta, divertido y algo extravagante, enseguida se enamora de Dora, se casa con ella y tienen un hijo, Joshua. Cuando estalla la guerra, los tres son internados en un campo de exterminio, donde Guido intentará por todos los medios salvar a su familia y preservar la inocencia de Joshua, haciéndole creer que todo lo que está sucediendo es tan sólo un juego.
“La vida es bella es una frase que va más allá de la película, porque resume toda una actitud hacia la vida; expresa que todos tenemos la posibilidad y hasta la obligación de encontrarla bella”, declaró el director en una entrevista. Guido logra descubrir esa belleza en medio de las penas, de la enfermedad, del dolor y de la muerte, gracias a su inquebrantable optimismo interior. El film invita también a admirar el profundo amor entre Dora y Guido, y los peligrosos riesgos que asumen los dos: ella, que no es judía, al decidir correr la misma suerte de su marido; él, para engañar a los caricaturizados alemanes con tal de proteger a su hijo.
Además de la “oscarizada” banda sonora de Nicola Piovani, justo es reconocer también la contribución de Nicoletta Braschi a la frescura de la película, algo que se entiende mejor sabiendo que está casada con Benigni desde 1991. La compenetración de ambos se hace bien patente en las escenas que comparten, que desbordan una chispeante y contagiosa alegría.
Benigni consiguió proyectar la película en el Vaticano y verla junto a San Juan Pablo II. “No puedo decir por cortesía lo que me dijo el Papa –manifestó‑, pero sé que le gustó la película. Sé que la ha apreciado, que ha comprendido la propuesta de que hasta en el campo de exterminio se puede ver una luz de belleza”.
Juan Jesús de Cózar