La figura del padre ha sido tema central del argumento de un buen puñado de películas. Pero si tuviera que elegir un título de referencia sin duda me quedaría con “Matar un ruiseñor”, la película que dirigió Robert Mulligan en 1962. A pesar de los 55 años transcurridos desde entonces, la cinta posee una vigencia que va más allá de la cuestión concreta del racismo en el sur de los Estados Unidos y de la época en la que se desarrolla la acción: en plena Gran Depresión.
El guión adapta la excelente novela homónima de Harper Lee, escrita en 1960 y Premio Pulitzer en 1961. La trama gira alrededor de Atticus Finch, un íntegro abogado, viudo y padre de dos hijos –la pequeña Scout y su hermano mayor Jem‑, que acepta defender a un joven de color acusado de la violación de una mujer blanca. Lee logra en su libro una precisa definición de caracteres que debió facilitar enormemente la escritura del libreto. Así describe, por ejemplo, al protagonista en boca de Scout al comienzo de la novela: “Atticus Finch no hacía nada que pudiera despertar la admiración de nadie: no cazaba, no jugaba al póker, no pescaba, no bebía, no fumaba… Se sentaba y leía”.
Pero Scout y Jem irán comprendiendo con el tiempo que la auténtica valía de una persona no se demuestra a través de actividades más o menos vistosas, sino que se nutre del cariño hacia los demás, de una conciencia recta, de un gran amor a la verdad, de la coherencia de vida aun a costa de ser rechazado por la sociedad. Todas estas cualidades las poseía Atticus Finch.
Gregory Peck realizó una caracterización de Atticus que le valió el Globo de Oro y el Oscar de la Academia de Hollywood, en la que fue quizá la mejor interpretación de su carrera. El film logró dos Oscar más de siete nominaciones y tres Globos de Oro, uno de ellos a la magnífica banda sonora de Elmer Bernstein.
Una película para todas las edades ‑a los más jóvenes puede costarles que sea en blanco y negro, pero vale la pena el esfuerzo‑, nostálgica y evocadora, tierna y dura a la vez que inmortaliza a Atticus Finch como el padre favorito de muchos amantes del cine.
Juan Jesús de Cózar