Misericordia es un concepto que expresa la disposición de los seres humanos a compadecerse de los afanes, problemas y miserias ajenas de los otros seres humanos que viven con nosotros, formando el mundo, en nuestra casa común, el planeta. El año 2015 fue el año Jubilar de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco, que recomendó durante un año profundizar en la práctica habitual de las obras de misericordia en todo el orbe. Las obras de misericordia, según el Catecismo de la Iglesia Católica, son acciones de amor mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. En el Evangelio de San Mateo (Mt 25, 34-36) se presentan de forma muy clara como una manifestación de proximidad con el resto de los seres humanos: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.’ Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti? Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.. En la Encíclica Laudato Si´ Sobre el cuidado de la casa común el papa Francisco trata el tema del agua en el mundo, tanto a nivel local como global; un elemento que sacia la sed material de los seres humanos, el agua que hay que dar de beber al sediento. El agua forma parte de los bienes comunes imprescindibles del planeta, del capital terrestre gratuito, por ello la geopolítica mundial debe cumplir con esa obra de misericordia esencial que dice: dar de beber al sediento.