Aún tengo la sensación en el cuerpo del día que decidí migrar y aunque ya pasaron años, los sentimientos se ponen a flor de piel al recordar esa decisión que marcó la vida de mi familia y la mía.
El término “migrante”, usualmente, está ligado a otras palabras como: marginación, pobreza, drama, racismo y es hasta mal vista. Todo lo anterior corresponde a una parte de la realidad, pero no es toda. Erróneamente se etiqueta a la persona y así como hay muchos motivos para migrar, hay muchas historias de superación y motivación, según sea el caso, y así una migración puede tornarse como un acierto cuando cambiamos la forma de ver las cosas.
Para mí ser migrante es fascinante, es tener en mis manos la posibilidad de hacer crecer social, económica, cultural y religiosamente a una sociedad cambiante, es como nunca dejar de ser turista en otra tierra, o por lo menos yo así lo vivo. Aunque a veces no se está preparado para salir del país de origen y cruzar fronteras, es más liviano el cambio cultural y las situaciones que se presentan al estar rodeado de personas que se vuelven ángeles en nuestro camino y si de algo podemos estar seguros es que la voluntad de Dios siempre debe primar en nuestra vida y por algo es que nos lleva a un determinado lugar, solo nos queda fiarnos de Dios.
Y en todo esto, ¿Qué papel juega la Iglesia? La Iglesia se vuelve una parte fundamental en la acogida, integración y estabilidad que podemos lograr en nuestro nuevo hogar; la Iglesia se vuelve ese terreno seguro donde podemos convivir fraternamente, donde no hay fronteras y siempre encontraremos el oasis donde la fe nos une y nos hace reconocer en el otro al mismo Dios, indistintamente del color, rasgos, género, tradiciones y cultura.
El 25 de septiembre celebramos la Jornada Mundial del Migrante y es propicio recordar que día a día más personas nos volvemos migrantes y esos migrantes se vuelven parte de la sociedad y como Iglesia tenemos la oportunidad y la tarea de orar, acoger y servir como Dios nos lo pide y como migrantes de responder “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”, siendo sal y luz en el mundo. Por eso solo puedo decir: bendita migración.
Olga Mathus, comunicadora, catequista y voluntaria de Cáritas en la Parroquia de San Lucas Evangelista