Las recientes noticias de los atentados en Barcelona y Cambrils han sido terribles y necesito expresar en unas líneas lo que siento.
He experimentado una mezcla de emociones sobre todo lo ocurrido; dolor por las víctimas y sus familias, enorgullecimiento de la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, impotencia por no poder expresar en voz alta qué está ocurriendo para que nuestros políticos no se alcen en una sola voz frente al terrorismo, etc.…
Hay una violencia y rechazo brutal de la Democracia y de la Libertad en todo acto terrorista, odio y desprecio al que no piensa como ellos; en definitiva, un planteamiento totalmente demoníaco.
Es obra, tal vez, de personas resentidas, inadaptadas que abanderan un instinto de venganza universal.
“El resentido, como cualquier cómplice de actos criminales, necesita una bandera, un ideal, una excusa, que le sirva de apoyo en su causa general contra la sociedad, que le ha causado tantos enojos y frustraciones.” Luís del Val en la Tercera de ABC del 18 de agosto pasado.
El papa León XIII afirmó que “la libertad verdadera, digna de los hijos de Dios, que protege tan gloriosamente la dignidad de la persona humana, está por encima de toda violencia y de toda opresión y ha sido siempre el objeto de los deseos y del amor de la Iglesia”.
¿Qué hacer frente a todo esto?
Lo primero que se me ocurre, ya que soy creyente, es rezar; no encuentro otra forma mejor para poder colaborar a que venza el bien sobre el mal. Como decía S.Maximiliano María Kolbe: “El odio no es una fuerza creativa, sólo el amor crea.”
Rezar primero por las víctimas de los atentados y sus familias y a que se conviertan los corazones de los terroristas; en definitiva por la Paz en el mundo.
A propósito de ello, he vuelto a releer la Encíclica “Pacem in Terris” del papa S.Juan XXIII, que todavía se sigue estudiando en muchas escuelas diplomáticas.
Ya el título de la misma lo dice todo “Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”.
S.Juan XXIII manifiesta que “toda persona tiene el derecho a tomar parte activa en la vida pública y contribuir al bien común” y que “una sociedad que se apoye sólo en la razón de la fuerza ha de calificarse de inhumana. En ella, efectivamente, los hombres se ven privados de su libertad, en vez de sentirse estimulados, por el contrario, al progreso de la vida y al propio perfeccionamiento”.
Unámonos al papa Francisco en su alocución al Ángelus de ayer: “Recemos por todos los difuntos, por los heridos y sus familiares; y supliquemos al Señor, Dios de misericordia y paz, que libere al mundo de esta violencia inhumana”