Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,13-17):
En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?»
Jesús, viendo su hipocresía, les replicó: «¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.»
Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De quién es esta cara y esta inscripción?»
Le contestaron: «Del César.»
Les replicó: «Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios, a Dios.»
Se quedaron admirados.
Comentario
A Dios lo que es de Dios
Dice la Escritura que se quedaron admirados. La respuesta admirable de Jesús ha inspirado, desde ese momento, la acción de la Iglesia. Los primeros cristianos también se enfrentaron a esa duda, que resolvieron con no poca tensión escatológica, sintiendo el orgullo de saberse ciudadanos del Imperio aunque, como nos recuerda la Segunda Epístola de Pedro hoy, «confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia». Los fariseos y partidarios de Herodes querían ponerlo en un brete, pero el Señor no se deja enredar. Lo temporal, separado de lo espiritual: al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Tal es su respuesta. Y la Iglesia, que perpetúa su memoria en gloria y alabanza en la tierra, sabe que su mensaje es independiente de esquemas políticos, económicos, sociales o ideológicos porque se dirige al corazón del hombre y no a las realidades temporales. La Iglesia no bendice ningún régimen, ningún impuesto, ninguna política. Vela por el bien común y sigue la doctrina social alumbrada durante siglos en fidelidad al texto evangélico. No está mal recordarlo precisamente ahora.