Gaudium et spes es el título de la constitución pastoral del Concilio Vaticano II. Trata sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, en un momento de cambios y adaptaciones a situaciones sociales nuevas. Pienso que su papel excepcional entonces no es menor ahora, ajustando el paso del tiempo y los acontecimientos sucedidos en cincuenta años. Fue solemnemente promulgada por el papa Pablo VI el 7 de diciembre de 1965. En ella se realiza una manifestación esencial: «la familia es escuela del más rico humanismo», cuestión muy vigente hoy. También expresa el documento que «La familia, en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamente de la sociedad». Es una declaración impregnada de sostenibilidad. De alguna manera en el mundo natural, en los ecosistemas, la familia, el grupo social resulta imprescindible para permanecer y evolucionar en un mundo de incertidumbres en un marco mutualista y cooperativo.
El Arzobispo de Sevilla, D. Juan José Asenjo Pelegrina, escribía este domingo, último del año, en El Correo de Andalucía, su carta semanal que todos deberíamos leer y meditar. La titulaba «En la Fiesta de la Sagrada Familia» y en ella nos manifestaba que la familia está viviendo en Europa, y también es España, una profunda crisis. Esta cuestión es real y preocupante. La familia es esencial en muchos aspectos, siempre lo ha sido y quizás lo es más todavía hoy. La crisis económica a la que nos ha conducido un capitalismo despiadado, denunciado por el propio Papa Francisco, la hace hoy esencial para sobrellevar las desigualdades y la pobreza generada. La propia crisis causa problemas en las familias ya que cuando los recursos faltan surgen tribulaciones a nivel familiar o de comunidad.
La familia vela por sus hijos, una cuestión esencial para evolución de la sociedad. Recordemos el pasaje de Lucas (2,52) en el que aparece: Jesús crecía en sabiduría y María guardaba todas esas cosas en su corazón. Un recuerdo aquí, al inicio de un nuevo año, para todas esas madres que, solas, cuidan y educan a su hijos e hijas con esfuerzo y generosidad a veces en las condiciones limitantes que ha generado esta infame crisis. El Arzobispo de Sevilla invoca en su carta dominical la ayuda de la Sagrada Familia de Nazaret modelo de las familias cristianas.
Hoy se dice que el modelo de familia está en crisis. Hay un modelo de familia en el que muchos nos hemos educado y compartimos: la familia cristiana., como modelo impregnado de evangelio. Comprender la esencia del modelo es importante. Pero los tiempos generan nuevas cuestiones a las que no podemos dejar de lado, sino afrontar y, huyendo de separaciones o descartes, sin renunciar a un modelo de familia con base cristiana, evangélica, tratar de unir, de sumar, desde la comprensión y el entendimiento, a los que piensan diferente. Veamos la esencia que nos une para hacer un mundo mejor basado en la familia como motor. No todo el mundo piensa igual ni ve las cosas de la misma manera. La sociedad evoluciona, se adapta y hay transformaciones. El camino cristiano está definido, y es claro, y pienso que el Evangelio, que es estable en el tiempo, nos da luz a través de la actitud de Jesús ante el mundo, comprensiva e integradora, nunca descartó a nadie y se acercó a mucha gente, a veces desde la incomprensión de sus propios discípulos. Luz para entender el camino a seguir en un mundo complejo y cambiante. A inicios de 2018, con crisis de diferentes tipos, la familia es esencial.