El domingo 26 de mayo la Iglesia ha celebrado la Jornada del Enfermo, con este motivo S.S. el papa Francisco ha publicado un mensaje del que extraemos las ideas principales.
Con el lema Gratis habéis recibido; dad gratis, (Mt 18,10), el Papa recuerda que los gestos gratuitos de donación son la vía más creíble para la evangelización. El don se sitúa como el paradigma capaz de desafiar el individualismo y la contemporánea fragmentación social, para impulsar nuevos vínculos y diversas formas de cooperación humana entre pueblos y culturas. El don, nos dice el Papa, no es solo un regalo, sino que es darse uno mismo con el deseo de establecer un vínculo. En el don se refleja el amor de Dios.
Todos necesitamos de todos. Desde el momento del nacimiento, necesitamos los cuidados de nuestros padres y así, en cualquier etapa de nuestra vida, no nos podemos liberar de la ayuda y cuidado de los demás. Eso nos hace humildes y nos invita a practicar la virtud de la solidaridad como virtud indispensable de la existencia. Solo cuando el hombre se concibe a sí mismo como un ser ligado a los demás a los que siente como hermanos es cuando puede llevar a la práctica la solidaridad orientada al bien común. Solos y con nuestras fuerzas no podemos superar todos los límites.
El cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura, expresiones de gratuidad, inmediatas y sencillas como la caricia, a través de las cuales se consigue que la otra persona se sienta “querida”.
Igual que el Buen Samaritano, la gratuidad humana es la levadura de todos los voluntarios que son tan importantes en el sector socio-sanitario. Todos ellos: donantes de sangre, donantes de tejidos, los que se ocupan del transporte y asistencia a enfermos… cuentan con el agradecimiento y apoyo del papa. Un aspecto al que la Iglesia presta una especial atención es el de la tutela de los derechos de los enfermos, sobre todo de aquéllos que padecen enfermedades o están en situaciones que requieren cuidados especiales.
Los servicios de voluntariado que van desde el apoyo espiritual hasta las asistencia sanitaria tanto en las estructuras sanitarias como en el domicilio de las personas necesitadas son muy útiles a enfermos, personas solas, ancianas, con necesidades especiales de movilidad, … El voluntario es un amigo que a través de la escucha puede compartir con el otro pensamientos e inquietudes que hacen que el atendido en vez de un objeto pasivo de las atenciones pase a ser un sujeto activo y protagonista de una relación de reciprocidad que recupere la esperanza, la aceptación de su situación y la humanización de los cuidados.
Esta dimensión de la gratuidad debe animar sobre todo a las estructuras sanitarias católicas, tanto en las zonas más avanzadas como en las más desfavorecidas del mundo.
Os exhorto a todos, en los diversos ámbitos, a que promováis la cultura de la gratuidad y del don, indispensable para superar la cultura del beneficio y del descarte. Sabemos que la salud es relacional, depende de la interacción con los demás y necesita confianza, amistad y solidaridad, es un bien que se puede disfrutar “plenamente” solo si se comparte. La alegría del don gratuito es el indicador de la salud del cristiano.
Isabel Cuenca Anaya