Al papa Benedicto XVI, en un viaje a la República Checa en 2009, un periodista en el avión, le formuló la siguiente pregunta:
“Santidad, la República Checa es un país sumamente secularizado en el que la Iglesia Católica es una minoría. En esta situación, ¿cómo puede contribuir eficazmente la Iglesia al bien común del país?
– Yo diría que normalmente son las minorías creativas las que determinan el futuro y, en este sentido, la Iglesia Católica debe comprenderse como minoría creativa que tiene una herencia de valores que no son algo del pasado, sino una realidad muy viva y actual… Yo diría que el primero es precisamente el diálogo intelectual entre agnósticos y creyentes. Ambos se necesitan mutuamente: el agnóstico no puede estar contento sin saber si Dios existe o no, debe estar en búsqueda y percibir la gran herencia de la fe; el católico no puede contentarse con tener fe, debe estar en búsqueda de Dios, más aún, en el diálogo con los demás debe volver a conocer a Dios de manera más profunda. Este es el primer nivel: el gran diálogo intelectual, ético y humano.
Luego, en el sector educativo, la Iglesia tiene mucho que hacer y que dar, en lo que se refiere a la formación… Un tercer sector es la Cáritas. La Iglesia siempre ha tenido como signo de su identidad salir en ayuda de los pobres, ser instrumento de la caridad…”
Los dos términos, minoría y creativa, son importantes. Ambos se refieren a que nuestra fe cristiana está llamada a ser levadura, sal y luz. El Señor eligió sólo a doce y los envió de dos en dos para que realizaran cosas nuevas. Esos hombres sencillos anuncian y hacen presente el Reino de Dios. De esa minoría, ha brotado algo nuevo que está llamado a ser testimonios para otros.
Los jóvenes están llamados a algo providencial en el seno de esta sociedad postmoderna; a impedir que continúe el deterioro y la degradación de la sociedad, permitiendo que se renueve, se humanice y ésta se desarrolle.
Son capaces de recrear una civilización. Con su testimonio irradian un nuevo modo de vivir, ayudan a que se renueve la sociedad y la cultura, haciendo que surja algo realmente nuevo.
Con la oración, la formación y el testimonio serán fermento en la masa. Transformarán la sociedad pero formando parte de ella, buscando el bien común que tanto se necesita hoy en día.
La joven Rut, en el Antiguo Testamento, con su generosidad, fue un ejemplo de minoría creativa, mostró también su audacia para salir adelante en la vida (Rt 4 1-17). Ejemplos como éstos nos muestra el papa Francisco en la Exhortación Apostólica post-sinodal del Santo Padre Francisco dedicada a los jóvenes ‘Christus vivit’.
La Palabra de Dios nos pide: «Eliminen la levadura vieja para ser masa joven» (1 Co 5,7).