Rubén Pérez acaba de cursar su cuarto año en el Seminario de Sevilla y ha tenido la experiencia de vivir el envío pastoral en la Parroquia Divino Salvador de Castilblanco de los Arroyos. El envío pastoral es parte de la pedagogía formativa que realiza la Iglesia en la preparación del futuro sacerdote secular.
Rubén nos cuenta que el envío pastoral es algo totalmente positivo y necesario en la formación del seminarista: “La experiencia ha sido muy enriquecedora, empezando por tener la compañía de un buen sacerdote de nuestra Archidiócesis. Junto a Pablo Colón he aprendido muchas cosas, desde algunas funciones del despacho parroquial, el trato con las hermandades, con los catequistas… También ha sido enriquecedora la catequesis que he impartido a niños, adolescentes y adultos, además del trato personal con los feligreses de la parroquia. Creo que Castilblanco es un lugar más que adecuado para la formación de un seminarista, pues cuenta con un buen párroco, atento y discreto, una feligresía acogedora y cariñosa en busca de la verdad, un alcalde atento a las necesidades de la Iglesia y las hermandades que dotan a este municipio de la piedad popular y que sigue siendo para muchos la hoja de ruta para el encuentro con Dios en la oración y los sacramentos”.
«Las Hermandades son un lugar óptimo para escuchar la llamada de Dios»
Rubén nos cuenta que descubrió su vocación estando muy cerca de dos sacramentos: «la Confesión sacramental, que te predispone a relacionarte rectamente con el Señor, y la Eucaristía, tanto con el sacrificio de la Misa como con la Adoración del Santísimo Sacramento”. Rubén también es cofrade y hermano de tres Hermandades de penitencia de Sevilla; «todos los seminaristas hemos tenido un contacto en mayor o menor medida con alguna hermandad, ayudándonos por sus piadosas actividades a descubrir nuestra vocación sacerdotal. Son un lugar óptimo para escuchar la llamada de Dios a cualquier estado de la vida cristiana”.
Después de cuatro años en el Seminario, describe la vida de un seminarista como “una vida entregada a Cristo, a la Iglesia, a la oración, al estudio, a la Eucaristía. Es una vida en espera paciente. La formación que recibimos es muy amplia y hace que cada día suponga un nuevo reto para crecer y estar más unidos a Cristo, que en eso consiste”.
«Ser sacerdote es lo que Dios quiere para mí»
Rubén es consciente de los problemas a los que como sacerdote se enfrentará en un futuro. Tendrá las mismas dificultades que puede tener cualquier cristiano de a pie que quiera vivir según el Evangelio: incomprensión, secularización… Pese a todo quiere ser sacerdote “porque es lo que Dios quiere para mí. Seguir a Cristo no vale la pena, vale la vida. Cuando uno se siente verdaderamente dentro de la Iglesia, con sus más y con sus menos, se da cuenta de que forma parte del gran proyecto de Dios para con la humanidad. Un proyecto que es fruto del amor de Dios, que tanto quiso al mundo que entregó a su Hijo único para que tengamos vida en Él”.
«En el Seminario estamos en las manos de nuestra madre la Iglesia»
Por último lanza un mensaje a aquellos jóvenes a los que puede estar llamando Dios al sacerdocio; «es clave y fundamental la relación con el Señor en la oración diaria, la escucha de la Palabra de Dios, acercarse asiduamente al Sacramento de la Reconciliación, recibir en gracia de Dios la Santísima Eucaristía, visitar al Señor que nos espera en el Sagrario, contar con un sacerdote de confianza con el que hablar las inquietudes vocacionales y contrastar todo lo que se está viviendo». A los indecisos, Rubén les recomienda una visita al Seminario para comenzar un acompañamiento vocacional: «La confianza es fundamental, no estamos en manos de unos extraños, sino en manos de nuestra madre la Iglesia”.