Mi entrañable amigo, el vaticanista Juan Vicente Boo, corresponsal del diario ABC en el Vaticano y colaborador de “Alfa y Omega”, que lleva más de dos décadas siguiendo a los últimos pontífices en sus viajes, y que tiene tras de sí un bagaje profesional en América y en Asia, además de Europa, ha publicado recientemente la obra “33 claves del papa Francisco” (San Pablo, 2018) que desde aquí me permito recomendar a quien todavía no la haya leído.
Si antes ya se acercó a la figura gigantesca de este Pontífice a través del libro “El Papa de la alegría” (Espasa, 2016) en este último trabajo, si así puede decirse, afina sus dotes observadoras llenas de sensibilidad para acercarnos a los acontecimientos más relevantes que han jalonado estos escasos e intensos años de pontificado de Francisco.
A través de esta obra se aprecia la inmensa labor, la fortaleza, audacia y valentía, junto a su paciencia, misericordia, ternura y alegría de este Pastor que comenzó su altísima misión siendo aclamado por la multitud, y que en estos últimos meses ha sido denostado en ciertos estamentos dentro y fuera de la Iglesia. En algunos casos son rostros concretos, buscando sembrar la ponzoña de la duda acerca de su fidelidad y tutela nada menos que a la tradición y magisterio eclesiales de los cuales es custodio.
El autor señala el sendero seguido por un apóstol, intrépido misionero, fiel religioso que como todas las grandes figuras de la Iglesia tienen su alimento en la oración y la eucaristía. Un Papa peregrino, devoto de María y de José, que tras su sencillez esconde una solida formación intelectual desconocida muchas veces al menos para quienes han creído ver una cierta simpleza en sus gestos. No se ha sabido captar en ellos el genuino mensaje que encierran que no es otro que el Evangelio. Y dentro del Nuevo Testamento especialmente también los Hechos de los Apóstoles. Puede que les faltara la base elemental para darse cuenta de ese rigor intelectual que posee y que desea para el cuerpo eclesial. Esta obra de Boo permite captar especialmente el temple de quien ha fraguado su vocación a los pies de Cristo nutriéndose de una gracia que no le abandona y a la que ha tendido siempre sus brazos.
Como dice en sus páginas este avezado periodista, estamos ante un gran Pontífice que en seis años ha pulsado valientemente las cuerdas que nadie se atrevía a tocar. Y así va llevando al lector a comprender la preocupación y aflicción de Francisco ante hechos deleznables que se han mantenido en la oscuridad durante décadas dentro de la Iglesia vulnerando el sagrado voto ofrendado a Dios por sacerdotes y religiosos, algunos de relevancia eclesial, con actos inmorales altamente reprobables que la justicia civil ha de sancionar en su justa gravedad. Ha frenado el afán de poder, ha denunciado el clericalismo, la corrupción dentro y fuera de la Iglesia, a quienes atropellan los derechos elementales de los más débiles y favorecidos, a los que sellan las puertas de sus países impidiendo acoger a los apátridas; ha abrazado y se ha sentado al lado de los pobres y de los enfermos, sus predilectos; ha trazado puentes de diálogo con el mundo musulmán, abierto frentes sumamente delicados en China, disertado y llevado la fe en paraninfos de gran calado como la Asamblea General de Naciones Unidas, ha defendido a la mujer ensalzando sus cualidades y la necesidad de su presencia en dicasterios eclesiales, ha impulsado a la Iglesia lanzándola a los caminos, como hacían los primeros discípulos de Cristo, señalando las periferias como el lugar en el que se ha de realizar la acción apostólica, allí donde están los alejados de la fe. Un incansable viajero que recorre los países del mundo, especialmente donde la miseria y la necesidad, la soledad y el sufrimiento generado por los intolerantes que han ido diezmando a los pueblos perseguidos, llevando el consuelo de Cristo. Siendo octogenario no ha bajado el ritmo de una actividad que por fuerza tiene que llamar la atención y que permite apreciar en la tutela de su vida una acción milagrosa continua. Ha obsequiado al mundo y no solo a la Iglesia con hermosas encíclicas la Lumen fidei y la Laudato sí. Y exhortaciones apostólicas como la Evangelii gaudium, Amoris laetitia, Gaudete et exsultate y la de este mismo año 2019 Christus vivit. Además asombra al mundo con sus profundas catequesis, profundas y bellas, en las que ha desgranado tantos matices sobre el Padrenuestro, las Bienaventuranzas, el perdón… Y ese dinamismo que posee y pone al servicio de Cristo le mantiene firme contra viento marea, expectante y lleno de fe.
En 33 claves se puede apreciar la categoría de este Pontífice que el Espíritu Santo dio a la Iglesia que ya ha hecho historia. Una personalidad fascinante en la que tras la lectura de esta obra habrá que seguir buceando. Juan Vicente Boo ha abierto la escotilla; ahora no hay más que sumergirse en ella. Agradezco desde aquí su labor.