Con su Carta Apostólica Admirabile signum el papa Francisco nos ha obsequiado con el más bello regalo de Reyes recordándonos la sinfonía de amor que nos ofrece el belén, en el que cada figura tiene su propio y religioso significado que él desgrana.
Muchos padres han introducido en el itinerario de la fe de sus hijos esta hermosa tradición franciscana, por lo demás tan pedagógica que jamás se olvida, eligiendo un lugar preferente en la mejor estancia de la casa con el fin de destinarla al belén para disfrute de toda la familia y de esos amigos a los que al menos en España siempre se ha acogido con calurosa hospitalidad en estas fechas navideñas. Sin el nacimiento las fiestas son frías, mecánicas, vacías, sin alma.
Villancicos y panderetas alegran la venida del Niño de Dios asistiendo a una escenificación hermosísima del insondable amor de María y José que hicieron de su fíat el alimento de vida dando a luz al divino Redentor y custodiándole. Es una catequesis incomparable donde se aprecia la adoración de los pastores, el gozo del ángel que contempla embelesado la escena, la llegada de los Reyes Magos, y esa cohorte de camellos, y de animales domésticos que junto a la mula y el buey se aglutinan en torno al eje central del nacimiento: el santo Pesebre donde la luz inunda ese misterio de inigualable ternura. Un Dios-Hombre que ha querido asemejarse a nosotros y que sonríe tendiendo sus brazos para mostrar al mundo que la santidad es la cúspide a la que todo ser humano ha de aspirar siguiendo ese sendero en el que ya nunca se encontrará solo porque irá acompañado por Él. Hasta la sombra del temerario Herodes que acecha en la escarpada montaña de corcho queda neutralizada ante la imponente fe de esos Magos de Oriente que creyeron y siguieron la estrella que marca la ruta que conduce al verdadero Camino, Verdad y Vida que es Cristo.
Es la poesía del amor, una parábola que encierra en sí misma belleza y pasión. Las figuras representativas del belén nos hablan de donación, esperanza, humildad, sencillez, generosidad…, de todo lo que es cercano a cada uno de nosotros. No hay lección que muestre de forma más palpable de lo que es la auténtica entrega. Como dice el papa Francisco “el belén contiene diversos misterios de la vida de Jesús y nos los hace sentir cercanos a nuestra vida cotidiana”. De ahí que los niños lo entiendan tan maravillosamente. Mientras juegan aprenden, desarrollan la creatividad, y, sobre todo, se dan cuenta de que forman parte del misterio percibiendo la centralidad de la Navidad que no es otra que el Nacimiento de Cristo.
Son tantas las bondades de esta tradición belenística y tan hondo su contenido, como el Papa ha recordado, que debemos sentirnos afortunados de haberla heredado y de seguir manteniéndola viva en cualquiera de los lugares en los nos movemos. En España, y en Sevilla particularmente, tenemos la fortuna de que eso se cumpla, y de contar con una magnífica ruta de belenes, a cual más bello, ya que hay auténticas obras de arte. Realizar estas visitas que además muestran costumbres populares insertas en los nacimientos es un formidable complemento a los que se instalan en el hogar.
Isabel Orellana Vilches