Amar a lo grande 

Sor Josefa Mª Palacios es religiosa Clarisa en Estepa y Madre presidenta de la Federación. Su vida fue una vida normal hasta que un día ¿por casualidad? conoció a las que ahora son sus hermanas, se acercó a hablar con ellas y su historia cambió. Dios le estaba pidiendo amar a lo grande. 

 

La infancia y adolescencia de Sor Josefa Mª transcurrió con normalidad: “Mi familia es fabulosa y siempre me sentí muy querida y arropada por ella. En mi adolescencia, era como tantas chicas de ahora”. Asegura que le gustaba “enormemente la marcha” y siempre estaba en la calle. Confiesa que incluso llegó a “intimar especialmente” con un amigo pero que conforme avanzaban en la relación, “me iba dando cuenta de que mi corazón no se llenaba con ese amor”.

Y comenzó a nacer en su interior una necesidad “de amar a lo grande y de entregarme a los demás por completo”. No obstante, “no se me pasaba por la cabeza la posibilidad de una vocación religiosa. ¡Ni remotamente!”.

Su vida cristiana era muy activa: colaboraba en la parroquia, oraba, a veces rezaba Vísperas con unas monjas de vida activa… “pero sentía que el Señor me pedía un amor más grande”, por lo que comenzó a darle vueltas a la posibilidad de ser misionera. Rezaba y rezaba pidiéndole a Dios descubrir su voluntad. “Y Dios me la hizo ver cuando menos me lo esperaba”.

Fue un día de verano, cuando su pandilla decidió visitar Estepa: “Estuvimos dando una vuelta por el pueblo y mientras paseábamos descubrí por casualidad -¿por casualidad?- un gran edificio en la explanada. Era un monasterio de clarisas, y se me ocurrió pasar al locutorio para hablar con ellas”. Aquella breve visita le impresionó hondamente y empezó a considerar que desde la vida contemplativa podía hacer el bien a la humanidad entera “orando sin cesar por las personas de los lugares más recónditos”.

Después de aquello pasó cuatros años sin decidirse, hasta que finalmente ingresó como postulante en la comunidad clarisa y a partir de entonces “el Señor me ha hecho sentir su amor y su predilección; y os puedo decir que vale la pena cortar con las esclavitudes que nos atan al mundo y subir libre a la barca de Jesús para llevar ese Amor a tantos hermanos nuestros”. 

Para Sor Josefa María hacen falta vidas contemplativas en nuestra Iglesia, que hagan la misma función que el corazón en una persona: “El corazón no se ve al exterior, pero está ahí, en lo profundo, latiendo y dando vida”. 

 

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