El Arzobispo de Sevilla, D. Juan José Asenjo Pelegrina, nos ha recordado estos días que el Catecismo de la Iglesia Católica, explicando el quinto Mandamiento de la ley de Dios, nos enseña que: “La vida y la salud física son bienes preciosos, confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común”. Tres palabras esenciales: vida, salud y bien común. La Doctrina Social de la Iglesia se ha preocupado siempre de los tres conceptos de forma notoria, pero el caso que se hace sobre el bien común desde determinados actores de la sociedad es, a veces, muy escaso. El coronavirus SARS-CoV-2, Covid-19, es un evidente peligro para la vida, especialmente en relación con personas mayores o personas en riesgo por patologías previas. La Doctrina Social de la Iglesia vela por la vida, la salud y el bien común. Por ello no podemos olvidar, como miembros de la Iglesia, a las personas vulnerables que van a sufrir una grave crisis económica por causa de las medidas tomadas por culpa del Covid-19. La Iglesia debe pedir solidaridad para que sea verdad la frase que dice “de esto salimos juntos y unidos, como una auténtica comunidad favoreciendo con ello el bien común. La Doctrina Social de la Iglesia nos debe dar luz y emitir mensaje firmes a favor de las personas en este tiempo de tinieblas, donde emerge el egoísmo, la ambición y el lucro, lo peor del ser humano.
Manifiesta nuestro Arzobispo una serie de recomendaciones relativas a los tiempos que vivimos en relación con nuestros cultos. En la celebración de la Eucaristía, por las circunstancias excepcionales a las que nos venimos refiriendo, todos deben atenerse a las prácticas siguientes: suprimir el agua bendita a la entrada de los templos; durante la celebración de la misa suprimir el gesto de la paz, recibir la Sagrada Comunión en la mano con la debida reverencia, y se recuerda a los sacerdotes y ministros extraordinarios de la Comunión la necesidad de lavarse las manos con jabón y usar gel desinfectante antes y después de la distribución de la Sagrada Comunión. Sería prudente prescindir en el futuro de besar pies y manos de nuestras imágenes, e incluso reliquias, una tierna forma de nuestra piedad popular y una muestra de fervor por nuestras queridas imágenes y reliquias. Pero no es imprescindible, podemos mirarlas desde la fe, por mucho que nuestro amor y fervor por ellas nos mueva a manifestarnos con un beso. No solo no es imprescindible, sino que es poco saludable. Estas medidas ayudan a preservar la salud y la vida, como nos manda el quinto Mandamiento de la ley de Dios, con lo cual deberían aplicarse cada año, y no solo en los tiempos del coronavirus.
Hay que recordar que cada año mueren es España miles de personas por gripe estacional y neumonía. Virus y bacterias tenemos siempre. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud cada año mueren por gripe unas 650.000 en el mundo; los muertos por coronavirus en estos tres meses a nivel mundial han sido casi 38.000 fallecidos y va en aumento, incrementándose el número de países donde se manifiesta la pandemia. En España no se ha alcanzado el pico de mortalidad, aunque según el Gobierno estamos cerca. El confinamiento contribuye sustancialmente a la disminución de la capacidad de transmisión del virus y con ello a su letalidad.
En la situación de colapso sanitario que sufrimos no hay otra salida. El coronavirus Covid-19, ha coincidido con los máximos epidemiológicos estacionales de gripe en el hemisferio norte. Para muchos epidemiólogos la tasa de mortalidad por Covid-19, es varias veces mayor que por gripe común, lo cual lo vuelve muy peligroso especialmente para los colectivos de riesgo. Epidemias ya hemos tenido, y desgraciadamente quizás tengamos más en el futuro, por ello debemos tomar medidas estructurales desde la Iglesia para favorecer la salud. Es decir que tenemos un peligro permanente con la gripe con los distintos virus que la generan. Este año vivimos una situación extremadamente agudizada con un virus nuevo, de origen todavía en debate, con capacidades desconocidas y una facilidad de transmisión alta en situaciones de elevada densidad o proximidad entre portadores y no portadores. Siempre los colectivos de riesgo han sido los mismos cada año, las personas mayores y las que tienen patologías previas de carácter grave. En España, de acuerdo con los datos de esta semana el 85% de los afectados son mayores de 70 años y el 60% son personas con más de 80 años; dos de cada tres fallecidos tiene más de 80 años. Entre 0 y 30 años el porcentaje de afectados conocido es menor del 0,2%. La Iglesia debe velar, como está haciendo, y nuestro Arzobispo nos muestra el camino con sus directrices, por la salud y la vida.
Por supuesto en estos tiempos, pero no debemos olvidar que cada año hay gripe y neumonía. La Iglesia debe velar por el bien común de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, por eso no puede permanecer en silencio cuando la ambición y la rapiña impiden que nos lleguen los equipos necesarios (respiradores y mascarillas; no podemos poner a los médicos en el trance de decidir a quién ponen el respirador) para superar la crisis sanitaria, y tampoco que la vida de una gran parte de la población y especialmente la de los más vulnerables, los desposeídos, sea peor tras los tiempos del coronavirus en la crisis económica que se prevé. El Papa Francisco nos llama a intervenir en la vida pública (Carta Encíclica Evangelii Gaudium) y preocuparnos por la casa común (Carta Encíclica Laudato Si´) y eso debemos hacer. Finalmente tampoco olvidemos lo que nos recuerdan el Papa Francisco y nuestro Arzobispo, Don Juan José: el poder de la oración. Si somos creyentes debemos creer en el poder de la oración. Algunas semanas atrás, en este blog, sugería humildemente que rezáramos con fe y esperanza, un Padrenuestro y un Avemaría, nuestras más bellas oraciones, a las que el Papa Francisco ha dedicado sendos libros, tres veces al día por la situación que vivimos.
Como Iglesia podemos hacer muchas cosas, toda la Iglesia lo está haciendo, tanto el mundo consagrado como el no consagrado, incluidos los seglares de forma individual, en Cofradías y Hermandades o en las diferentes formas de agrupación y organización de la Iglesia. No olvidemos el poder de la oración, desde nuestra Iglesia en salida y en marcha, en estos tiempos del coronavirus, para que superemos la crisis de salud y no suframos una crisis económica profunda, y podamos conservar la vida, la salud y el bien común.