“Es una buena película… para pasarlo mal”. Esta fue la respuesta de un amigo a mi pregunta por determinado título y podría aplicarse también a Alma mater, que acaba de estrenarse en España.
Comprendo que el comienzo no es muy alentador, pero hay un dato significativo en relación con este filme del belga Philippe Van Leeuw: entre los abundantes galardones que ha recibido, resulta revelador que haya ganado los premios del público en los festivales de Sevilla, Copenhague y Berlín (sección Panorama). Y es que Alma mater no deja indiferente: te golpea, te conmueve y te implica hasta desear asaltar la pantalla para ayudar a los personajes. Se entenderá mejor cuando explique someramente el argumento.
Estamos en una innombrada ciudad de Siria, en plena guerra, dentro de una casa, la de Oum Yazan. Junto a ella, sus tres hijos, su suegro, el medio novio de su hija, una asistenta y un matrimonio joven acogido por Oum: el que forman Halima y Samir, que tienen un bebé. Fuera, el monstruo de la guerra, francotiradores, depredadores sin escrúpulos que rapiñan, el riesgo, la muerte. Samir sale de la vivienda para gestionar la huida de su familia a Beirut, pero a los pocos metros es tiroteado. La casa es un refugio, pero también una ratonera. Y Oum está dispuesta a defender a los suyos con su propia vida.
Desde los primeros minutos la película pega a la butaca al espectador, testigo sobrecogido de todos los peligros que acechan a los inquilinos. Pero otro sentimiento pugna por imponerse paulatinamente: la admiración ante la fortaleza, el temple y el alma sabia de Oum, auténtica madre coraje a quien da vida una asombrosa Hiam Abbass. El director mueve la cámara de habitación en habitación, como un reflejo del cuidado atento de Oum, que nunca se relaja. La dureza de la cinta alcanza su culmen en una dolorosa más que explícita escena de violación (prefiero advertirlo, aun a riesgo de spoiler), que limita el filme al público adulto.
El propio Van Leeuw ha escrito el guión que, entre otras líneas de fuerza, quiere subrayar la capacidad de resistencia de la mujer, tantas veces más recia que el varón. Porque además de Oum están Halima –impresionante también la interpretación de Diamand Bou Abboud‑ y Delhani (Juliette Navis), la mencionada asistenta.
No sé si esta reseña espantará al espectador potencial, pero si uno de los rasgos del cine es su capacidad para aguijonear nuestra sensibilidad ante el sufrimiento y las necesidades de los demás, entonces Alma mater es un claro ejemplo de esa virtud. Además, la cinta te aprieta pero no te ahoga y deja abierta una puerta a la esperanza.
Juan Jesús de Cózar