Se cumplen 25 años desde que el actor Bill Murray interpretara a Phill, el hombre del tiempo del Canal 9, que debía retransmitir desde un pueblo rural de los Estados Unidos el Día de la Marmota; trabajo que, por cierto, le desagrada profundamente. Lo que no esperaba es que al intentar volver a casa al final del día, acabará atrapado en un bucle temporal del que no consigue salir, reviviendo ese mismo día una y otra vez.
Esta es la sinopsis del clásico Atrapado en el tiempo (1993) del director Harol Ramis, responsable también de títulos tan populares como Una terapia peligrosa (1999) o Mis dobles, mi mujer y yo (1996). Es probable que algunos conozcan a Ramis más bien por su faceta como actor, ya que fue el doctor Egon Spengler en la famosa saga de Los cazafantasmas. En el reparto contó con su amigo Bill Murray y con una Andie MacDowell que se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera, como lo demuestran sus trabajos con directores tan prestigiosos como Steven Soderbergh, Peter Weir o Robert Altman.
El protagonista de este cuento moderno se caracteriza por ser una persona antipática, gruñona, engreída y con un considerable ego. No se preocupa por nadie más que no sea él mismo y trata a todos sus semejantes con desprecio. Cuando descubre la cíclica situación en la que encuentra, donde nada, pase lo que pase, nada tiene consecuencias, decide aprovecharse de su “poder” y actuar a su antojo: robar, engañar a la chica que le gusta para conquistarla… Sin embargo, llega un momento en el que se percata de que ese poder quizá tenga otra finalidad; que todos esos viajes en el tiempo pueden responder a alguna razón concreta; y que descubrir esa razón podría ser su única oportunidad para lograr que todo vuelva a la normalidad.
Se trata de una fábula en la que, de alguna manera, nos podemos ver retratados. No es difícil reconocer que en muchos momentos nos comportamos como el protagonista interpretado por Murray: que entramos en “bucle” y que solo pensamos en nosotros mismos y en nuestros problemas. Tal vez olvidamos que las personas que nos rodean también tienen los suyos y, no obstante, nos escuchan y nos tratan con paciencia y cariño. Atrapado en el tiempo nos recuerda la importancia de estas actitudes, a través de los enredos de esta divertida comedia para toda la familia, que vale la pena revisionar de vez en cuando.
Juan Carlos Deán del Junco