Carmen Gabriel Colque
Potosí, Bolivia (1990)
Religiosa de Regina Mundi. Institución benéfica del Sagrado Corazón de Jesús
La hermana Carmen estudió en el Colegio de los Misioneros Claretianos en Potosí, Bolivia. Le gustaba asistir a los encuentros y convivencias juveniles que solían organizar los padres claretianos nunca le había pasado por la cabeza ser religiosa. “Yo tenía claro que al terminar el bachillerato iba a estudiar enfermería”. Antes de finalizar el curso, un sacerdote les propuso a varias jóvenes hacer un voluntariado en la ciudad de Oruro, en el Hogar del Sagrado Corazón, centro dirigido por las Hermanas de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús. Ellas se dedicaban al cuidado y atención de los niños con discapacidad severa y múltiple. “Acepté participar del voluntariado y aquella experiencia con los niños tan enfermos me impactó y me conmovió; me hizo caer en la cuenta que yo tenía salud, una vida normal y que por ello debía dar las gracias a Dios. Esto fue para mí fundamental, lo que hizo cuestionarme sobre mi vida y qué hacer con ella. A partir de esta experiencia vivida tan gratamente, fui consciente que Dios quería que yo fuese instrumento suyo. Sentía que Dios me quería infinitamente y mi manera de corresponder a tanto amor recibido, era seguirle; cuidando, atendiendo a los más desfavorecidos y compartiendo mi vida con ellos. Dios se sirvió para llamarme a través de la realidad concreta del conocimiento y contacto directo con los niños de ese hogar”, expresa.
Dos años después, Carmen daría el paso de fe pidiendo ser miembro como religiosa de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, cuya espiritualidad es de confianza absoluta en el amor de Dios. De acuerdo a sus constituciones no pueden pedir ni tener subvenciones de organismos. “Hemos de vivir confiando en que la Divina Providencia nos sustentará por medios de los donativos que generosamente nos quieran dar”.
Su misión es la atención y cuidado de enfermos crónicos con diversas discapacidades; personas sin recursos económicos ni familiares que les puedan atender. “Queremos que nuestro centro sea una casa, el hogar de estas personas que por diversas razones carecen de él. Procuramos darles el afecto y los cuidados que necesitan para que se sientan queridas”.
Esta religiosa considera que “los consagrados tenemos mucho que aportar a la sociedad. Con tantas congregaciones y la diversidad de carismas existentes, nos complementamos unos a otros, y aportamos a la sociedad los valores necesarios para hacer un mundo más humano. El mundo necesita de los consagrados”.
“Caminando en esperanza” es el lema de la Jornada Mundial de Vida Consagrada para este año. Y la hermana Carmen vive esta virtud teologal con la convicción “de que Dios es fiel a sus promesas. Él nunca nos dejará. Es cierto que vivimos tiempos difíciles y que el número de consagrados disminuye; pero esto no nos ha de desanimar, al contrario, nos posibilita a vivir nuestra fe, nuestra vida consagrada con más intensidad y apasionados por Cristo”, añade.
A las personas que se están planteando su vocación “les diría que no tengan miedo, que se fíen de Dios. Que aunque es una vida que exige renuncias y a veces es costosa, no por eso es menos gratificante y proporciona una felicidad inmensa. Nos hace felices. Es muy bueno caminar acompañados por personas expertas que nos ayuden a confrontar nuestras experiencias en la vida espiritual”, subraya.