¿Cómo vivir el día de Pentecostés en nuestra vida?
Como cristianos estamos llamados a vivir un permanente Pentecostés, cada día debemos pedir ser bautizados en el Espíritu Santo para ser guiados con su poder y amor. Pero para entender que significa Pentecostés debemos retornar a la escena en el aposento alto donde María, los apóstoles y un grupo más de personas recibieron este poder de lo alto para ser testigos de Jesús. Es así que analizaremos en este artículo unos cuantos aspectos del primer Pentecostés narrado en el capítulo segundo de los Hechos de los Apóstoles:
“Al cumplirse, pues, los días de Pentecostés, estaban todos en un mismo lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido, como de viento impetuoso que soplaba, y lleno toda la casa donde estaban. Al mismo tiempo vieron aparecer unas como lenguas de fuego, que se repartieron y se asentaron sobre cada uno de ellos. Entonces fueron llenados todos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en diversas lenguas las palabras que el Espíritu Santo ponía en su boca”.
La primer característica que quiero resaltar es que todos estaban en un mismo lugar, esto significa unidad, no solo física sino también espiritual. Es así que para vivir un constante Pentecostés, debemos vivir como hermanos y hermanas, a semejanza de la primera comunidad cristiana, cuidando unos de otros. Pero más aun, debemos estar unidos espiritualmente, estar juntos en el “aposento alto”, es decir unidos todos como Iglesia con los lazos del mismo Espíritu Santo, en una misma y permanente oración: “Ven Espíritu Santo, Ven Espíritu Santo”.
En segundo lugar, el Espíritu Santo es creativo, original y sorprendente. En esta escena descendió como lenguas de fuego, como viento impetuoso. Pero en muchos otros pasajes bíblicos se mueve de diferentes maneras. Yo no recuerdo la homilía de mi confirmación, pero jamás se me olvidará un domingo en California, donde atendía la misa dominical y sin saberlo un Obispo retirado esta presidiendo las confirmaciones en esa parroquia. Durante su homilía les dijo a los jóvenes que se confirmarían: ¿ustedes creen que el Obispo tiene poder para que el Espíritu Santo descienda hoy de una forma nueva sobre ustedes? Por si no creen, miren este foco que tengo en mi bolsillo. Miren no tienen luz, pero ahora observen como lo junto con mi anillo de obispo e inmediatamente el foco se encendió. Así cuando yo imponga mis manos sobre ustedes, el Espíritu Santo no descenderá en forma de fuego porque ya existe electricidad, pero lo seguro es que El vendrá y los iluminará. Yo creo que estos jóvenes, al igual que yo, no olvidarán ese día. Es así, que demos estar abiertos a las sorpresas del Divino Espíritu, lo seguro es que El siempre descenderá cuando lo invoquemos. ¿De qué manera? El es siempre diverso, a unos dará alegría, a otro lágrimas sanadoras, a otros paz, a otros descanso espiritual. Estemos abiertos a sus sorpresas y no lo encasillemos ya que Dios es siempre nuevo.
Finalmente, en esta escena, los apóstoles empiezan a hablar en diversas lenguas. Es decir, cuando el Espíritu Santo desciende en Pentecostés, regala nuevos dones y carismas. El primordial deseo de vivir en un permanente Pentecostés, es el de ser llenos a plenitud por la presencia de Dios mismo. Pero como consecuencia del derramamiento del Espíritu Santo en nosotros, está el ser fortalecidos con dones y carismas. No siempre los dones que nosotros deseamos, pero si los que el Espíritu sabe que necesitamos para cumplir la misión que Dios nos encomienda.
Por lo tanto, pidamos diariamente un derramamiento nuevo del Espíritu Santo, dejemos que El nos sorprenda al dejarnos sentir su presencia en medio de nuestras vidas. Pidamos sin temor sus carismas, estando abiertos a los que El desea regalarnos y así vivamos en un permanente Pentecostés, para poder gritarle al mundo con nuestra palabra y testimonio que Jesús está vivo.
Fuente: Comité Nacional de Servicio Hispano, renovación carismática.