La riqueza de las hermandades de penitencia en nuestra Archidiócesis es inabarcable. En las grandes localidades encontramos corporaciones con una gran antigüedad y un sorprendente patrimonio histórico y artístico. La que está considerada como más antigua de la ciudad de Écija y quizás una de las más antiguas de Andalucía, la del Santísimo Cristo del Confalón, vinculada tradicionalmente a los agricultores y que continúa procesionando en el único paso de su Semana Santa que sigue fiel al antiguo estilo ecijano, acaba de conmemorar los 450 años de la aprobación de sus primeras reglas.
El hermano mayor Francisco José González señala que la celebración de este aniversario viene preparándose desde 2016, y “Dios ha querido que la celebremos en una época pandémica, de una forma muy sentida, donde la espiritualidad emana de forma distinta, donde la fe se ha convertido en báculo de Esperanza”. Estas circunstancias nos han servido para “quitar de nuestra vida todas esas cosas que son un obstáculo para vivir unidos a Cristo”, en palabras de nuestro director espiritual Ángel Fernando del Marco Ostos.
El colofón de los actos celebrados llegó el pasado mes de diciembre con la estancia de Nuestra Señora de la Esperanza en la Parroquia de Santiago el Mayor. Las emociones vividas allí fueron muy especiales: “el marco, el reencuentro, las ausencias, todo era distinto y extraordinario”. El 19 de diciembre, el día siguiente a su festividad, Écija se llenó de Esperanza, la Santísima Virgen en salida extraordinaria volvía en su paso a su sede de la Victoria, sin palio en señal de gloria y alabanza. Aquel fue un día para dar gracias a Dios “por seguir impulsando la fe en Écija y donde quiera que lleguen nuestros sagrados titulares. A esta humanidad que ahora más que nunca necesita de la Esperanza de María, firme ancla de nuestra fe confalonera”.
Sobre los aspectos principales de la vida de la corporación durante el año: cultos, caridad, formación, Francisco José González destaca que “hay una palabra que resume nuestra esencia cristiana y que en la iglesia de la Victoria resuena sin parar: “Charitas”, el emblema de la orden Mínima que durante más de tres siglos dio vida al antiguo convento que es su sede. “Charitas” es amor, el amor hay que demostrarlo en el día a día, en todo lo que hagamos dentro y fuera de la hermandad, en la convivencia con todas las personas que nos rodean”.
Precisamente ahora se encuentran inmersos en la construcción de la casa hermandad que llevará el nombre de uno de los titulares: San Francisco de Paula. Esta será un lugar para “seguir afianzando nuestra convivencia y la religiosidad popular”. La nueva casa contará con un despacho de Cáritas, donde la realización de las actividades asistenciales de la hermandad se seguirá llevando a cabo conjuntamente con Cáritas parroquial, como la acogida de personas en situación de vulnerabilidad que solicitan algún tipo de ayuda.
Por último el hermano mayor recuerda que “las hermandades tenemos una misión en la iglesia muy clara: trasmitir la fe. Vale ahora más que nunca utilizar la expresión de contagiar la fe”. Y frente a la Cuaresma y Semana Santa de 2022 queda mirar al futuro con optimismo, con el deseo de que se recuperen las procesiones y de seguir expandiendo la fe, “dando culto a nuestros titulares y preparando el Jueves Santo para procesionar como siempre al Santísimo Cristo de la Sagrada Columna y Azotes, al Santísimo Cristo de Confalón y a Nuestra Señora de la Esperanza”.
Isidro González
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